viernes, 19 de diciembre de 2014

Una Comunidad que camina hacia Belén

                                                 



  HOMILÍA  LITURGIA  NAVIDAD  SAINT  PETER’S  SCHOOL  2014.
La tradicional Novena al Niño Dios que celebramos en nuestros templos y colegios, tuene su origen en cómo la piedad popular ha leído la vida litúrgica de nuestra Iglesia con la fidelidad de su participación. Por cierto, sabemos que el amor crece amando, la oración, rezando,  y la piedad se fortalece siendo piadosos.
Así, desde el Siglo VII al interior de los conventos se comenzó a rezar las denominadas “Antífonas de Adviento”, usadas en el Breviario en el rezo de vísperas de los últimos días antes de Nochebuena. También, se les llama las “antífonas Oh” porque así comienza cada una de las siete que son.
Cada una nos entrega una denominación de los atributos de Jesús: Sabiduría, Adonai, Raíz de Jesé, Llave de David; Amanecer, Rey de las Naciones, Dios con nosotros. Si tomamos cada palabra en la legua latina y leemos d manera invertida se junta el acróstico de “Ero Cras” que significa: “Mañana vendré” lo cual nos hace ver que por medio de estas jaculatorias en honor a los nombres de Jesús no sólo crecemos en preparación sino que nos acercan gradualmente al misterio de la Natividad de Aquel que fue anunciado y ahora es reconocido. (O Sapientia; O Adonai; O Radix Jesse; O Clavis David; O Oriens; O Rex Gentium; O Emmanuel).
kSigamos esta meditación recitando en nuestra alma cada una de las antífonas:
1.      “Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín; y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación”.
La Sabiduría es un don que con el tiempo se aprecia y calibra debidamente. Cuando somos niños y jóvenes, pensamos que la sabiduría es fruto de la experiencia, y que se posee solo por un tiempo transcurrido. Mas, el contacto con las personas nos enseña que la sabiduría se puede poseer tempranamente, como lo constatamos en la vida de tantos niños que han sido elevados a los altares como santos y beatos como de aquellos cuyas virtudes han alcanzado una plenitud de heroísmo.
Siempre me llama la atención y no deja de conmoverme la piedad con la que los niños rezan. Lo hacen con tal seguridad, que les basta decir: “ya se lo pedí a Dios”…”ya recé”, para quedar totalmente en paz y felices. ¿De dónde surge esa convicción? ¿Cuál es el origen de la paz interior que anida en la pureza del alma infantil? De aquella confianza que Jesús avaló en los más pequeños, y que les hacia poseedores de una sabiduría notable: “Si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos”.

2.      “Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente, y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo”.
En la antigüedad era tan respetado el santo nombre de Dios que se recurría a otras denominaciones, que destacaban los distintos atributos divinos. El Señorío de Dios se revela como un Buen Pastor que camina junto a su rebaño: no se adelanta ni se retrasa, ni va por el costado, está en medio de ellos. Muchas imágenes del medievo católico nos muestran cómo prodigiosamente la figura del recién nacido ilumina cada uno de los rostros y realidades de aquella gruta ubicada en las afueras de Belén. Nada escapa a su luz, como nada queda al margen de la mirada de Dios y de su cuidado providencial. Esto nos lleva a entender que,  en toda labor educativa que emprendemos, no se sirve a un aspecto de la vida de los niños y jóvenes,  sino que se apunta a su formación integral, la cual involucra, desde ya y sobre todo,  la necesaria dimensión trascendente y espiritual. Los valores, la vida espiritual, y los principios morales forman parte de Jesús, el Buen Pastor de nuestras almas, en esta Noche Santa que viene.
3.      “Oh Renuevo de Jessé, que alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a liberarnos, no tardes más”.
El renuevo, es un brote pequeño que sale desde un tronco principal. En él esta como condensado misteriosamente el germen de una vida nueva. Ver luego de un otoño e invierno crudo cómo surgen los brotes de los árboles que parecían secos llena de esperanza al agricultor de nuestros campos. De manera semejante, nos llenamos de esperanza cristiana al participar del nacimiento de Jesús, que nos trae la salvación del mundo. A lo largo de la vida y de un año, cuyo fin se avecina, no faltan inviernos que hacen pensar, por su crudeza que todo está acabado y nada puede cambiar. La venida de cristo al mundo nos recuerda que Dios, por medio de su Hijo Unigénito puede hacer siempre nuevas todas las cosas, por estériles que hayan sido los resultados. Recordemos: ¡Dios tiene en todo la última palabra! Y para El no existe lo imposible, por ello, el Brote de Jesé hace enmudecer las sequedades espirituales que esterilizan a quien perdido la esperanza.
4.      “Oh Llave de David y cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libera a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte”
La llave nos sirve para asegurar y para acceder a un lugar determinado. Si quiero evitar que entren delincuentes a mi hogar coloco llave; si deseo ingresar a mi hogar, donde encuentro a mi familia, utilizo una llave. Jesús es la llave que nos conduce a su Padre y nos permite, que debidamente arrepentidos de nuestros pecados, podamos entrar al Reino de Dios de una vez para siempre. Ahora bien, ese Niño Santo que nacerá nos invita a contemplar el misterio insondable de su presencia haciendo una plegaria llena de confianza y de perseverancia. La oración es fundamental para crecer interiormente, por esto ha sido definida por San Agustín de Hipona como “la llave de Cielo”, que abre las compuertas de la gracia de Dios y nos asegura el auxilio eficaz de la bendición de Dios, que siempre llega más lejos de lo que hemos implorado.
5.      “Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sobra de muerte”.
Quienes vivimos en esta hermosa ciudad de Viña del Mar y Valparaíso valoramos de manera especial el atardecer. ¿Quién no se ha detenido unos momentos a mirar el horizonte al caer el día? Pues bien, cuando el sol parece caer en horizonte, pensamos cómo el cielo y la tierra se unen, y es algo hermoso, que sirve de inspiración a artistas y enamorados. Un santo contemporáneo decía que “donde realmente el cielo y la tierra se unen es en el momento donde Cristo viene al mundo”. En efecto, esta Navidad nos hace recordar que Dios se acerca a nosotros, no como una visita pasajera sino como el huésped permanente de toda nuestra existencia. Así, desde nuestra costina ciudad, la bondad de Dios nos permite ver salir el Sol desde lo alto de nuestra Cordillera por el Oriente, para luego descansar por el Poniente. Percibimos con ello que es como el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega, “Jesucristo, ayer, hoy y siempre” (Hebreos XIII, 8)
6.      “Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: vez y salva al hombre que formaste del barro de la tierra”.
La realeza de nuestro Señor la hemos celebrado para culminar el año litúrgico. Entonces, si reina, ha de reinar en todo, no segregando partes de nuestra alma, de nuestra sociedad, de nuestro mundo en el cual su presencia, su enseñanza, sus mandamientos dejen de implorar debidamente. Cuando reconocemos que sólo Él tiene palabras de Vida Eterna estamos afirmando que ha de reinar en todos y en todo. El reconocimiento de su realeza emerge de la certeza que no hay mayor bien para uno y todos que tener a Dios en nuestras vidas, como inicio, camino y término de todo anhelo, de toda acción y de todo plan de vida que podamos tener.
7.      “Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.
La última antífona, no ocupa este lugar porque sea menos importante sino porque corona al resto de las denominaciones. En efecto, el Arcángel Gabriel dice a la Virgen que  será la Madre del Mesías, y entonces: “el Verbo se hizo carne y habito en medio nuestro” (San Juan I,14), por lo que el nombre anunciado desde la antigüedad tiene plena realidad cuando Cristo nace en Belén y reconocido por sus padres, pastores y reyes: ¡Emmanuel! ¡El Dios con nosotros! Por ello, podemos vivir estos días sabiendo que si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? Oremos porque estas hermosas denominaciones que nos entrega la Sagrada Liturgia de Adviento calen en nuestra mirada hacia la Gruta de Belén para que,  junto al Niño Dios,  nazcamos a una vida nueva en Cristo, compartiendo con quienes están a nuestro lado,  a Aquel que se ha puesto de nuestro lado para siempre.



CAPELLAN  JAIME HERRERA GONZALEZ, SAINT PETER’S SCHOOL VIÑA DEL MAR

jueves, 23 de octubre de 2014

Homilía Primera Comunión Saint Peter's School 2014

 “ LA  ALEGRÍA  DE  COMPARTIR  A  JESÚS  EN  LA  SANTA  MISA”.

 

1.      “¡Qué alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”.

Con las palabras de este Salmo CXXII, el autor del Antiguo Testamento describe el himno de subida de los peregrinos que llegaban la ciudad de Jerusalén, una vez que ésta ya había sido reconstruida. El mirar a la distancia el templo imploraban para él toda clase de bendiciones.

Para nosotros, los creyentes el centro neurálgico de este lugar es el sagrario, donde realmente vive Dios. Por eso decimos: ¡Vamos a la Casa del Señor! Y, si en una casa vive la familia, en el templo vive la Iglesia, constituida por los bautizados. Entonces,  la nueva Jerusalén es la Iglesia, de la cual,  las piedras vivas de su edificación somos cada uno de los creyentes. Estamos en la casa del Señor porque somos miembros de la única Iglesia en la cual subsiste la plenitud de la revelación y la verdad,  que es Jesucristo.

El templo es expresión de nuestra Iglesia, pero cada uno de los bautizados no sólo es signo que anuncia sino realidad que vive el ser familia de Dios. Somos hermanos en Jesucristo y hermanos de Jesucristo. Toda esta realidad manifiesta el misterio insondable que hoy celebramos, en el cual cada uno de ustedes recibirá por primera vez la hostia consagrada, que es Jesús. No es un símbolo, no es una representación, es el mismo Cristo quién estará en nuestro altar y vendrá a nuestra vida en este día.

En efecto, en la Última Cena, Jesucristo poco antes de ir a la Cruz para morir por todos nosotros, se reunió con sus Apóstoles y les dijo: “tomen y coman esto es mi cuerpo” y añadió: “Tomen y beban esta es la sangre de la mueva alianza que es derramada por muchos”. Sentenciando finalmente un mandato: ¡Haced  esto en mi memoria”.

Se hizo necesario que Jesús se quedara en medio de los suyos para poder enfrentar el misterio de la Pasión: todos los milagros anteriores constituyeron el engaste necesario para la gema central que sería su presencia real y substancial en la Santa Misa, y que luego permanece para ser adorado en el Sagrario como luz que asegura,  y recibido como  alimento que fortalece al enfermo en la extremaunción.

 

 

En este templo todo nos habla de Dios: Como dos manos unidas su carácter ojival parece querer tomar el cielo por medio de nuestra oración; sus ventanales nos enseñan visiblemente la vida de los santos;  su retablo cobija la imagen patronal de la Santísima Virgen del Carmen, del Sagrado Corazón, del Niño Jesús de Praga, y de los santos de la Orden Carmelitana.

Y, de manera muy especial, un grupo numeroso de niños, renovando su condición bautismal se acercará lleno de fe a recibir por primera vez, y con el fervor  como si fuera la única y última vez en su vida, para estar con Jesús y “tener vida en abundancia” y poder ser los apóstoles de la Nueva Evangelización.

2.     ¿Cómo puede evangelizar un niño hoy?

El mejor evangelizador de un niño es otro niño. Por eso Dios, con el fin de atraer a los más pequeños para sí, se hizo presente en el mundo por medio de la figura de un recién nacido. El anuncio fue claro. En esto conocerán que soy yo: “verán a un recién nacido envuelto en pañales”. A la vez que si descubrimos que Dios así se presentó para ser conocido, los primeros en hacerlo de manera pública fueron los niños en la ciudad de Jerusalén,  en la cosmopolita capital fueron sus más pequeños habitantes, no los escribas, rabinos ni fariseos expertos en la Torah.

Y esto, ¿por qué? Porque el corazón de los niños tiene una predisposición como natural para recibir el misterio y la verdad: porque mi padre lo dijo, porque Dios lo dice; un niño no busca segundas intenciones ni se detiene en eventuales rencores. Un niño se puede enojar pero al día siguiente estará jugando con el mismo con el que el día anterior se trenzaba a palos;  en los mayores no acontece así: es tardo y mezquino para perdonar, por eso se le hace cuesta arriba el acto de creer.

Decir “yo creo” implica, a la vez decir: “yo amo, yo perdono, yo respondo, yo mejoro, yo colaboro, yo participo”.  Por lo que, desde este día decisivo de la Primera Comunión, tienen muchos medios para dar a conocer a Jesús desde Jesús. Quien habla con el Señor, puede hablar del Señor; quien ha encontrado al Señor puede ayudar a otros a buscar al Señor.

Es urgente, en los días que vivimos, que cada católico asuma un papel protagónico en dar a conocer a Jesús. También, los niños, evitando tener una actitud de espectadores, puesto que,  una vez que se ha recibido a Jesús en la Primera Comunión, sólo se le puede querer en primera persona, asumiendo luego que el alma del apostolado es el apostolado del alma.

 

a). Por medio de la alegría.

Recordemos que el primer anuncio de la Natividad y de la Resurrección fue a estar alegres. Y, la causa de la verdadera alegría es porque: el Señor está cerca, ha venido a nosotros, se ha quedado con nosotros, en la Santa Misa, y volverá en la Parusía, para –luego- estar con Él para siempre.

Uno de los primeros escritos cristianos dice que “una persona alegre obra el bien, gusta de las cosas buenas y agrada a Dios, en cambio el triste siempre obra el mal” (Pastor de Hermas, Mandamientos X,1). Nuestro gozo definitivo nos lo da Dios.

Esa alegría se caracteriza por nacer de un mutuo compartir, porque el Padre compartió su vida plena al darnos a su propio Hijo; en tanto que una vez que hemos recibido a Jesús se lo entregamos como oblación en la celebración de cada Eucaristía.

Además, la alegría del creyente se mantiene aún en medio de toda adversidad, según descubrimos en la vida de los santos, como es el caso de San Alberto Hurtado, quien en todo momento no dejó de exclamar: “Contento, Señor, contento”. Recuerden niños: ¡la alegría es el amor compartido” por lo que “mientras más se ama, más alegre se estará” (Santo Tomás de Aquino).

b). Por medio de la piedad.

El don de piedad nos orienta permanentemente para dirigir todo hacia Dios. Todo el universo, todas las creaturas, cada persona, por la piedad  encauza todo como en un embudo hacia Dios. Nada se pierde, nada se desparrama: todo llega a Dios por el don de piedad. Los niños tienen una connaturalidad con las cosas que se refieren al Señor, no viéndolo con lo hace la enfermedad del liberalismo que suele separar el ser persona y el ser cristiano. Si se es católico, se ha de serlo en todo; si se es de Cristo,  ha de serlo siempre.

Los niños saben perfectamente que “una vez bautizado, siempre bautizado”; que ser creyente implica serlo en la totalidad de su existencia, por ello con orgullo luce visiblemente un crucifijo, un rosario, o una medalla de la Virgen,  sabiendo que le recuerdan la bondad de un Dios que le ama entrañablemente. Por esto, nunca olviden que el don de  piedad les permite tener “memoria del Creador” (Santa Terea de  Ávila, Libro Vida IX, 5)  en todo y sobre todo.

 

 

c). Por medio de la pureza.

Jesús nos dice: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. La pureza está vitalmente unida a la caridad, por ello es que no hay amor sin pureza ni pureza sin amor. Sean perseverantes al don de Dios por medio del cual descubren que la misericordia del Señor es ilimitada. Por medio de la palabra, de la mirada, de la vestimenta, de las acciones, se ha de notar vuestra pureza del corazón, la cual resulta tan atrayente  como necesaria para la cultura en que estamos inmersos. Con la certeza de tener a Jesús en vuestro corazón,  cada vez que comulguen tendrán la fuerza y luz  para cumplir el programa que Dios ha trazado desde que pensó en ustedes y los creó.

d). Por medio de la obediencia.

Este día de la Primera Comunión es una jornada de felicidad y compromiso, todo lo cual necesariamente pasa por el camino del crecimiento en las virtudes. Hoy por hoy, lo que podemos aprender en un colegio y en los estudios superiores no difiere demasiado de un lugar a otro. Donde se zanja la diferencia, es en la calidad de las personas, es decir,  en las virtudes que se han anclado a lo largo de todo vuestro proceso formativo.  En la infancia de Jesús, leemos que vivió “obedeciendo en todo a su padre y a su madre”. Él, que todo lo podía; Él que todo lo sabía; Él que todo lo tenía, quiso quedar sujeto por la virtud de la obediencia en todo a sus padres, entonces, si acaso queremos imitar a Jesús y seguir fielmente sus pasos, ¿Por qué actuaremos de manera distinta al no ser obedientes con nuestros padres? Hermosamente decía el Papa Juan Pablo II que los padres son “intérpretes del amor de Dios”, a quienes debemos no sólo querer sino –también- obedecer prontamente, tal como nos lo enseñó el Apóstol San Pablo al decir: “Hijos, sean obedientes a sus padres en unión con el Señor” (Efesios VI, 1).

e). Por medio del sacrificio.

El sacrificio del cristiano es “vivo, santo y agradable” (Romanos XII, 1-2). Que sea vivo implica que es constante, consiente y voluntario; que sea santo exige estar dedicado en exclusivo para Dios, y que Dios sea lo principal en nuestra vida; y que sea agradable, dice relación más que con hacer tal sacrificio,  ser uno mismo –en Cristo- el sacrificio, evitando ofrecer a Dios aquello que se hace por simple compromiso, por sola obligación, o por  querer sobresalir. Ya, San Pablo enseña el valor del sacrificio hecho para “completar los padecimientos de Cristo en la cruz, para bien de su cuerpo que es la Iglesia” (Colosenses I, 24).

Queridos niños: La palabra que más se repite en las oraciones del Misal Romano es la de sacrificio. No podría ser de otra manera, pues la Misa es la renovación de lo que Cristo hizo en el Calvario. ¡Todo aquí nos habla de un sacrificio! Por esto, el espíritu de sacrificio en nuestra vida es en sí,  parte y medio,  de fecundo apostolado, el cual podemos hacerlo por siete razones:

Primero: Porque el sacrificio nos ayuda a crecer en humildad: El privarnos voluntariamente de algo por amor a Dios nos recuerda lo pequeños que somos en el contexto de lo que es el universo. Asumir nuestra indigencia nos ayuda a crecer en humildad, que es el primer peldaño del resto de las virtudes.

Segundo: Porque el sacrificio es un entrenamiento para vencer la tentación: Cada partido de rugby, fútbol o voleibol que jugamos contra un equipo que consideramos superior, si lo ganamos tiene un sabor distinto a cualquier otra victoria.  Cada batalla que vencemos nos hace más fuertes para el próximo combate. Por esto,  sacrificarnos en algo cada día nos fortalece para ser fuertes en la vida.

Tercero: Porque el sacrificio nos hace más espirituales: Ya que nos ayuda a vivir según el espíritu de Dios y no según la carne, como enseña el Evangelio (Romanos VIII). Siempre recordemos: ¡uno vale, lo que tiene nuestro corazón, no lo que contiene nuestro bolsillo!

Cuarto: Porque el sacrificio implica una conversión a Dios. Pero,  también es cierto que ofrecer pequeñas renuncias por nuestros pecados nos purifica. Todo lo que implica sacrificio lo valoramos más, y Dios no dejará de premiar al que lo hace por amor a Él y su Iglesia.

 Quinto: Porque el sacrificio nos asemeja a los que sufren: Si hemos estado enfermos, entendemos mejor al amigo que padece; si hemos tenido hambre, valoramos mejor lo que es tener alimento diariamente. Sufrir solitariamente  tiene valor, pero hacerlo con otros es algo que sólo Dios sabe valorar.

Sexto: Porque todo sacrificio ofrecido a Dios constituye un tesoro en el cielo.  La renuncia a cualquier cosa agradable en la vida presente tendrá una recompensa eterna. Si damos el uno por ciento de nuestro tiempo por amor a Dios, tendremos la Vida Eterna.

Séptimo: Porque cada sacrificio asumido es ocasión para unirse a la Pasión de Cristo: Padecer con Jesús  es un camino de santificación. Imitar a Cristo, parecerse a Él también en el sacrificio  que ha padecido por la salvación del mundo, es una actitud cristiana fundamental e irrenunciable, que a partir de hoy viviremos en cada Santa Misa. Amén.

Capellán Pbro. Jaime Herrera González, Saint Peter’s School / Viña del Mar.


 

jueves, 28 de agosto de 2014

“!AHORA, NOS VAMOS A CONFESAR!” , Retiro mes de Agosto, p.3



  RETIRO ESPIRITUAL   /   MES DE AGOSTO    /    PARTE TERCERA.

a). Consideraciones importantes:

* Ninguno se confiesa mal porque no sepa mucho o por que tenga mala memoria.

* Si acaso después de haber hecho un examen de conciencia se hubiese olvidado algo hemos de saber que lo olvidado queda perdonado y sí podemos ir a comulgar. Si recordamos un pecado grave luego de habernos confesado, tenemos obligación de confesarlo en la primera próxima oportunidad.

* En tanto lo recordemos hemos de decir el número de pecados mortales. Al menos aproximado.

* Es conveniente exponer y confesar aquellos pecados dudosos. Para saber bien si: fue pecado o no; si fue grave o no; o si lo hemos confesado o no.

* Solo es necesario confesar los pecados una sola vez. No hay obligación de volverlos a confesar.

* No hay que contar todos los detalles de la historia del pecado.

* No todos los pecados que aparecen en la lista que meditaremos son siempre mortales: quien no sepa distinguir si es mortal o venial, basta que lo manifieste sencillamente tal como sucedió y tal como lo indica su conciencia en ese momento.

* Si acaso por culpa o vergüenza, callamos algún pecado grave, todas las siguientes serán inválidas, y estamos obligados a decir todos los pecados que tengamos recuerdo.

* Antes de hacer nuestro examen de conciencia, hemos de pedir la gracia del Dios para conocer nuestras culpas, y el don del arrepentimiento de cada uno de ellos.

* El dolor por haber pecado y ofendido a Dios no es un sentimiento “sensible”, sino que basta que uno deteste el pecado con la voluntad, que nos pese haberlos cometido: sea porque son una bajeza haberlos hecho; sea por vergüenza de haberlos hecho; sea por temor de los castigos eternos (irse al infierno), sea por la ingratitud de haber faltado el respeto con Dios; sea por recordar lo bueno que es Dios con cada uno y por ser Él quien es: nuestro Dios y Padre.

b). Examen de conciencia sobre los Diez Mandamientos.
1º AMAR A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS
1.      ¿Sabes lo necesario para salvarte y cumplir tu deber?
2.      ¿Crees todo lo que enseña la Iglesia Católica?
3.      ¿Has pecado: sosteniendo ideas contrarias a ella (sobre el infierno, el Papa, la confesión, la libertad de cultos...)
4.      consintiendo en dudas contra la fe, o negando sus verdades;
5.      leyendo libros en contra de la religión;
6.      creyendo en supersticiones, adivinadoras, espiritistas, tarotistas?
7.      ¿Has pasado mucho tiempo sin rezar?
8.      ¿Te has desesperado o has hablado contra la Divina Providencia?
9.      ¿Has criticado al Romano Pontífice, los Obispos o Sacerdotes?
10.  ¿Te has confesado y has comulgado bien por lo menos una vez al año?
11.  ¿Has cometido sacrilegio: callando pecados mortales en confesión a sabiendas y por vergüenza;
12.  comulgando en pecado mortal o sin estar en ayuno eucarístico (una hora antes de comulgar);
13.  recibiendo en pecado mortal algún otro sacramento (Confirmación, Matrimonio);
14.  profanando el templo, los objetos del culto o las personas consagradas a Dios?
15.  ¿Has abusado de la bondad de Dios pensando: ya me confesaré?
16.  ¿Te has avergonzado de ser católico: no atreviéndote a proceder como tal ante los demás;
17.  no queriendo mostrarte piadoso por respetos humanos,
18.  dejándote arrastrar al mal por cobardía?
19.  ¿Perteneces a sociedades prohibidas? (comunismo, masonería, rosacruz).  

2º NO JURAR SU SANTO NOMBRE EN VANO
 
1.      ¿Has jurado con mentira o con duda? ¿Cuántas veces?
2.      ¿Has jurado vengarte? No te obliga y no debes cumplirlo.
3.      ¿Has jurado sin necesidad o por mala costumbre?
4.      ¿Has dicho blasfemias (contra Dios, la Hostia, la Virgen, los Santos y las cosas sagradas)? ¿Cuántas veces? (Al año, al mes, a la semana...)
5.      ¿Has dicho palabras irreverentes, chistes irreligiosos?
6.      ¿Has dejado de cumplir, pudiendo, algún voto que hiciste o alguna promesa grave?
7.      ¿Has maldecido o echado imprecaciones? 
3º SANTIFICAR EL DIA DEL SEÑOR Y FIESTAS DE GUARDAR.
 
1.      ¿Has perdido la Santa Misa por tu culpa en domingo o día de precepto?
2.      ¿Has llegado a la Misa después del Credo o te has marchado antes de la Sagrada Comunión? (nadie puede retirarse de la Misa ya iniciada).
3.      ¿Te has distraído en la Santa Misa voluntariamente y has distraído también a los demás? ¿Has hablado por celular o comunicado por otros medios?
4.      ¿Has impedido a otros oír la Santa Misa?
5.      ¿Gastas todo el día de fiesta en diversiones?
6.      ¿Rezas mal, de prisa y solo por rutina?
7.      ¿Has trabajado en día de fiesta, en trabajos serviles más de dos o tres horas, sin necesidad?
8.      ¿Has hecho trabajar a otros? 

4º HONRAR PADRE Y MADRE
HIJOS

1.      ¿Has desobedecido a tus padres en cosas justas:

2.      no trabajando o no estudiando cuando y como te lo mandaban,

3.      llegando tarde a tus obligaciones,

4.      andando con malos compañeros,

5.      no apartándote de espectáculos y diversiones malas,

6.      no retirándote por la noche a la hora debida,

7.      no siguiendo sus consejos en lo referente a matrimonio,

8.      no cumpliendo su testamento y última voluntad?

9.      ¿Los has tratado con dureza y sin respeto, de palabra y de obra?: (Insultar, amenazar, maltratar...)

10.  ¿Has hecho llorar a tu madre?

11.  ¿Te has avergonzado de tus padres ante los demás?

12.  ¿Los socorres en todas sus necesidades espirituales y materiales?

13.  ¿Les ocultas parte de lo que ganas?

14.  Como subordinado: ¿has obedecido y respetado a tus superiores? (Profesores, jefes, abuelos, etc.).

15.  ¿Has trabajado todo lo que debías?

16.  ¿Has sido cómplice o encubridor de pecados de los superiores?

17.  ¿Eres fiel a ellos o has descubierto sus secretos y has contado chismes?
COMO PADRES

18.  ¿Procuras educar cristianamente a tus hijos:

19.  enseñándoles la doctrina cristiana,

20.  dándole ejemplo de buenas costumbres,

21.  corrigiéndolos y castigándolos cuando lo merecen (qué leen, qué hacen, qué espectáculos y qué diversiones frecuentan).

22.  Vigilando para saber: a dónde van, con quiénes se juntan,

23.  preocupándote de que frecuenten los Sacramentos, lleven vida de piedad, recen, y se preparen un porvenir?

24.  ¿Te opones a la elección de estado de tus hijos? (Negándoles el permiso para entrar al sacerdocio o para casarse).

25.  ¿Los consientes  demasiado y les concedes excesiva independencia?

26.   Respecto de tus hijas: ¿dejas que vistan mal (impúdicamente)?

27.  ¿Les permites ir solas con otros? (vehículos, viajes, juntas, piyamadas...)

28.  ¿Les dejas tomar parte en diversiones malas? (Bailes, cines...)

29.  ¿Sabes los peligros que corren? (Al ir a trabajar a otra ciudad, durante el noviazgo, en la vida universitaria...)

30.  Como superior: ¿vigilas por el cumplimiento de las leyes? (Salario justo, leyes sociales, obligaciones religiosas...)

31.  ¿Tratas a tus subordinados con soberbia?

32.  ¿Los tratas con injusticia? (En el repartir favores y cargas, atención a recomendaciones, postergando los negocios de los pobres, mandando cosas injustas...)

33.  ¿Has cumplido todas tus obligaciones con exactitud? (Como gobernador, alcalde, secretario, gerente, consejero, tutor, administrador...)

34.  ¿Evitas con entereza escándalos, robos, sobornos, venganzas, abusos, descuidos? ¿O los toleras con debilidad?

35.  ¿Te preocupas, con caridad cristiana, del bien de tus subordinados?  Evitar su perversión moral, procurar que cumplan sus deberes religiosos, acudan a la Misa, frecuenten la confesión, reciban la Extremaunción.
COMO ESPOSOS.

36.  ¿Has maltratado a tu consorte de palabra o de obra?

37.  ¿Le has guardado la fidelidad que prometiste ante el altar?

38.  ¿Has conservado la paz y buena armonía, aun cediendo de tu derecho? ¿Le has dado algún disgusto grave?

39.  ¿Le has desautorizado delante de los hijos?

40.  ¿Le has desobedecido en cosa grave?

41.  ¿Has pasado varios días sin hablarle, disgustado?

42.  ¿Le entregas el dinero necesario para la marcha de la casa? ¿O malgastas en vicios y vanidades?

43.  ¿Has impedido la obra de Dios en el matrimonio?

44.  ¿Te has ausentado mucho tiempo sin su consentimiento?
COMO HERMANOS

45.  ¿Tienes odio o aversión a tus hermanos? (Envidia...)

46.  ¿Has reñido con ellos seriamente?

47.  ¿Has estado varios días sin hablarles?

48.  ¿Has encubierto sus faltas a tus padres? ¿Has sido cómplice en maldades?

5º NO MATAR

1.      ¿Has matado, herido o maltratado gravemente a otro?

2.      ¿Has desafiado o aceptado desafíos, o intervenido en ellos?

3.      ¿Has insultado o dañado de palabra a otros?

4.      ¿Tienes odio, rencor, aversión a alguna persona?

5.      ¿Perdonas al que te ofendió y pides perdón si tú ofendiste?

6.      ¿Has deseado mal al prójimo, o te has alegrado de la desgracia ajena?

7.      ¿Has dicho a tu prójimo injurias,  maldiciones y garabatos?

8.      ¿Tienes envidia o deseos de venganza?

9.      ¿Has hecho algo contra tu propia vida o tu salud?

10.  ¿Has abusado de bebidas alcohólicas hasta perder la razón?

11.  ¿Te has deseado a ti mismo la muerte?

12.  ¿Has pecado en lo referente al aborto? ¿Has sufragado en favor de personas proclives al aborto?

13.  ¿Has escandalizado a otros:

14.  induciendo o enseñando a pecar: con malos ejemplos, conversaciones, libros, modo de vestir, posturas, diversiones...,

15.  induciendo a otros a jurar en falso,

16.  impidiendo asistir a la Santa Misa los domingos y días de precepto,

17.  dando ocasión o teniendo la culpa de que otros blasfemen?

18.  ¿Has hecho lo que estaba en tu mano para corregir y evitar los escándalos ajenos? (Por ejemplo, al oír blasfemar).

19.  ¿Te has burlado de otros o los has ridiculizado o criticado?

20.  ¿Remedias a los necesitados con tu caridad y tus limosnas?
6º NO FORNICAR, Y 9º NO DESEAR LA MUJER DE TU PRÓJIMO

Examina tus pensamientos, deseos, conversaciones, miradas lecturas y obras:

1.      ¿Has consentido en pensamientos impuros, entreteniéndote advertidamente en ellos?

2.      ¿Has tenido deseos deshonestos consentidos?  

3.      ¿Has sostenido conversaciones indecentes? (Cuentos, chistes o canciones obscenas...). 
4.      ¿Has mirado con mirada lujuriosa? (Objetos obscenos, imágenes, revistas, dibujos, películas...).
5.      ¿Has leído algo deshonesto, pornográfico, o peligroso?
6.      ¿Has hecho algún acto impuro: ¿solo?, ¿acompañado?, ¿de distinto sexo?, ¿de qué estado?, ¿pariente?.
7.      ¿Te pones voluntariamente en peligro u ocasión próxima de pecar? (Ciertos bailes, espectáculos, personas, sitios, cines, televisión, novelas...)
8.      Si vas hacia el matrimonio, ¿cómo son tus relaciones: santas, puras, dignas, frívolas, peligrosas, por pasatiempo, con libertades, criminales?
9.      Si vives en el matrimonio: ¿abusas de él? ¿Impides su fruto?
10.  ¿Luchas contra la fuerza de las pasiones desordenadas? ¿Procuras resistir a la tentación? ¿Acudes en ellas a Dios y a la Santísima Virgen?
No olvides que, en esta materia, cualquier deleite físico plenamente advertido y consentido es pecado grave. Únicamente por inadvertencia o por falta de consentimiento pleno dejará de haber pecado mortal en la materia directa de estos mandamientos. Las dudas en esta materia se deben consultar en particular con el sacerdote confesor.

7º NO HURTAR, Y 10º NO CODICIAR LOS BIENES AJENOS .


1.      ¿Has robado algo ajeno en materia leve?

2.      ¿Has perjudicado gravemente a otros en sus bienes? (En su negocio, comercio, clientela, fortuna, bienes...)

3.      ¿Has comprado o vendido con engaño? (En el peso, cantidad, calidad, medida, precio...)

4.      ¿Pagas lo justo (sueldos, deudas, precios...), y cobras lo justo por tu trabajo? (Sueldos, ventas, negocios, préstamos...)

5.      ¿Has restituido, pudiendo, lo robado?

6.      ¿Has resarcido (restituido), pudiendo, el grave daño hecho?

7.      ¿Has comprado, a sabiendas, lo robado o falsificado?

8.      ¿Has jugado cantidades grandes o que no son tuyas?

9.      ¿Has hecho trampas en el juego por ganar?

10.  ¿Has pasado billetes falsificados?

11.  ¿Has robado pequeñeces en las compras?

12.  ¿Derrochas el dinero en lujos, obsesiones, y  caprichos?

13.  ¿Te has dejado sobornar? ¿Aceptas dinero de negociantes o litigantes?

14.  ¿Retienes el dinero ajeno? (De legados, limosnas, pagos, sueldos de empleados...)

15.  ¿Has cooperado de alguna manera los robos ajenos? (Encubriéndolos, aconsejando, callando, ayudando, participando, no impidiendo...)

16.  ¿Sientes codicia excesiva, envidias a los ricos, y te quejas de Dios porque no te da más riquezas?

17.  ¿Has deseado robar al prójimo o perjudicarle en sus bienes?

18.  ¿Has tramado algo para apoderarte de lo ajeno?

19.  ¿Tratas de enriquecerte aprovechándote de la escasez o de la necesidad del prójimo?

20.  ¿Cumples con la justicia social, según tu posición?

21.  ¿Das limosnas proporcionadas a tus ingresos? 

8º NO LEVANTAR FALSO TESTIMONIO NI MENTIR

1.      ¿Has mentido con perjuicio grave para el prójimo?

2.      ¿Has murmurado? ¿De cosas de importancia? ¿También de dignidades eclesiásticas, autoridades políticas, superiores, etc.?

3.      ¿Has oído murmurar con gusto?

4.      ¿Has defendido la fama del prójimo, pudiendo?

5.      ¿Has descubierto sin causa faltas graves, aunque fueran verdaderas, de los otros?

6.      ¿Has levantado falso testimonio o calumniado?

7.      ¿Has juzgado mal del prójimo sin suficiente motivo?

8.      ¿Has revelado o descubierto secretos de importancia?

9.      ¿Has leído cartas ajenas, o visto correos electrónicos y mensajes,  sabiendo que lo llevarían a mal?

10.  ¿Has querido enterarte de secretos, escuchando o de otro modo?

11.  ¿Has traído cuentos o chismes de unos a otros?

12.  ¿Has exagerado los defectos ajenos?

13.  ¿Has difamado o ridiculizado al prójimo? (De palabra, por escrito, por internet, con insinuaciones, o infundiendo sospechas...)

14.  ¿Has restituido la fama y honra del prójimo pudiendo hacerlo?

15.  ¿Has permitido murmurar cuando tenías obligación de impedirlo?

16.  ¿Has actuado como testigo falso?

c) Examen sobre los Mandamientos de la Iglesia.

1º Oír Santa Misa completa todos los domingos y Días de Precepto (15 de Agosto, 1 de Noviembre, 8 de Diciembre, 25 de Diciembre).
¿Has dejado esos días de ir a la Santa  Misa sin causa suficiente?

 

2º Confesarse, a lo menos, una vez al año, o antes si hay peligro de muerte.
¿Te has confesado bien por lo menos una vez al año? ¿Y en peligro de muerte?

 

3º Comulgar para Pascua de Resurrección.
¿Cumpliste con Pascua todos los años, comulgando bien a su tiempo? y si no, entonces, ¿comulgaste lo antes posible?

 

4º Ayunar cuando lo manda nuestra Santa Iglesia.

¿Has ayunado los días señalados, pudiendo y no estando excusado? ¿Has guardado abstinencia, pudiendo?

 

5º Contribuir con el Diezmo a la Iglesia.

Es decir, “atender a las necesidades de la Iglesia, contribuyendo según las leyes y laudable costumbre de cada región” (Código de Derecho Canónico, canon número 1502).
¿Has dado para el culto lo que se acostumbra? ¿Eres generoso en sostener las obras buenas, de apostolado, Misiones, etc.?