viernes, 23 de mayo de 2014

EL HEROÍSMO, LA VIRTUD Y LA SANTIDAD NO SE IMPROVISAN

HOMILÍA CONMEMORACIÓN 21 DE MAYO / PARROQUIA DE OLMUÉ.
Matrimonio Prat-Carvajal

Nuestra Patria tiene una geografía que a cualquier turista le sorprende por la riqueza de su diversidad: desierto,  hielos eternos, fosas marinas, cumbres milenarias, volcanes,  campos, en fin de todo un poco  que hacen de ella, lo que se la ha denominado como  “una loca geografía” (Benjamín Subercaseaux, 1949).

No menor,  es la cultura e historia que al interior de ella se da. Esa era la que estaba presente aquella mañana sobre la embarcación que marcaría un antes y después de un conflicto, y que sería recordado en el tiempo.  Desde la esmerada preparación que tenían unos, a la tosca de otros, lograron escribir las páginas más brillantes de una batalla que más que destacarse por la calidad de los medios de combate fue hecha por la grandeza del alma de ambos bandos.

Resulta curioso, en nuestros días,  destacar esto en un mundo maniqueo,  donde sólo se tiende a centrar en todo en realidades de blanco y negro.   Los matices quedan al margen. Las consideraciones también. Más, cómo no destacar la finura del  contrincante que destaca las virtudes del adversario yacente en conceptuosas palabras escritas a la viuda. También,  la guerra tiene sus leyes, que el fragor del conflicto no puede olvidar,  ni la victoria servir para actitudes abusivas,  como –tampoco-  la derrota para hurgar  recovecos de venganza.

En la escuela que fueron formados aquellos hombres de mar estaba arraigado  el respeto y el honor. Pero,  ¿fue eso un acto improvisado? ¿Podemos acaso pensar que aquel día fue la conflagración de entusiasmos pasajeros con el estricto anhelo de conquistar y defender? No. La conducta de nuestros héroes, y de cuantos estuvieron esa mañana en la rada nortina, respondió a una forma de vida asimilada desde la más temprana edad.

Arturo Prat cadete naval

 Los ideales asumidos no se improvisan. Las virtudes decantan con el tiempo y el sacrificio. No surgen espontáneamente. Por esto, lo que nos legaron los héroes de la Patria y de la fe por quienes oramos, fue un ejemplo de vida permanente a imitar no una estrella fugaz de la que –simplemente- admiremos. Imitación no sólo admiración ha de ser la consigna de esta jornada. Más,  bien haremos en preguntarnos: ¿qué implica en el alba siglo XXI seguir los pasos de aquellos héroes del atardecer del siglo antepasado?

a). Primacía de Dios en nuestras decisiones: Prácticamente, desde el origen de la humanidad misma, descrita en el libro del Génesis, el hombre ha querido doblar la mano a su Creador. Con un gesto aparentemente pequeño pero que tendría insospechadas consecuencias, Adán y Eva unieron con su decisión lo que previamente habían dicho los ángeles rebeldes: ¡No serviremos a Dios! Ninguna palabra, ningún mandato divino estaría sobre la determinación del hombre de marginar a Dios.

Y, consabidas son las consecuencias, que no sólo nos enseña la teología moral, que no solamente leemos en las Escrituras Santas, sino que percibimos –cotidianamente- cuando el hombre se empecina en sacar a Dios como su prioridad de vida. Entonces, un mundo que se alza sin Dios tempranamente se vuelca contra el hombre mismo, una sociedad que margina a Dios –necesariamente- dejará de lado a toda su obra creada, y perderá la capacidad propia de su humanidad que anhela desde su interior la armonía: con Dios, consigo mismo, con los demás y con la naturaleza.

La crispación en la vida social, el mutismo en las relaciones familiares, la indiferencia por las necesidades del prójimo, y la falta del cuidado del medio ambiente,  no pueden ser simplemente analizados por criterios sociológicos, tecnológicos y económicos pues, responden primero a una condición ética, que previamente tiene que ver más con el estado del alma que del bolsillo.

En el caso de nuestro héroe nacional, según leemos en sus escritos y en cada página de su vida, el amor a Dios fue un imperativo que le llevó a tomar las decisiones que finalmente nos resultan edificantes.

b). Primacía de la vida familiar como escuela de virtudes: Sin lugar a dudas, la vida familiar de aquellos años donde se forjó el alma de cada uno de los  hombres de mar  que honramos  tenía grandes diferencias al estilo de vida con la cual se nutre hoy la persona al interior del hogar. Es posible que antaño  hubiese temas que oportunamente  no se trataran, pero,  a pesar de ello, la comunicación familiar en nuestros días dista mucho de ser la que es necesaria y deseable. Muchas imágenes no hacen un recuerdo, ni muchas palabras un dialogo nutrido. Facebook y wasap son medios  no fines para comunicarse con los demás.

Escapulario Arturo Prat

Se requiere la conversión a Dios desde la familia, reconociendo su importancia insustituible para la gestación, crecimiento,  fortalecimiento y envejecimiento de cada persona, en cada una de sus etapas. Por ello, el nuevo Beato Pablo VI, al visitar la localidad de Nazaret donde nuestro Señor vivió durante tres décadas la señaló como “la escuela del más rico humanismo”, “en la cual se comprende germinalmente el Evangelio”, porque Cristo forjó su vida con el ejemplo de su padre y de su madre, de quienes no sólo aprendió el idioma, el oficio y recibió la ciudadanía de nazareno, sino humanamente las actitudes que como perfecto Dios y perfecto hombre plasmaría en el trienio de milagros y enseñanzas que formaron su Buena Nueva. Entonces cómo no decir junto el citado Pontífice: “¡Quien pudiera volver a ser niño, y vivir en la compañía de esta familia para aprender allí el sentido del silencio, del deber, del trabajo, de la familia!”. 

En la vida familiar de nuestro héroe naval Dios no quedaba cautivo en las paredes de su casa. Es bueno que lo bueno se manifieste, vale decir,  aquello que para el creyente es necesario para vivir,  lo ha de ser –también-  para aquel que se encuentra a su lado. Sin agua no podemos subsistir, sin oxígeno no podemos vivir, y como creyentes añadiremos, con la fuerza de lo que es verdad,  que sin Dios no se puede tener una vida verdadera. Ya lo dice la Santa Biblia: “En vano se cansan los albañiles si el Señor no construye la casa” (Salmo CXXVI, 1).

c). Primacía de la devoción hacia la Virgen Santísima: En medio de una cultura que procura dar a la mujer un reconocimiento especial, encontramos en la vida de nuestro insigne marino es el respeto casi sagrado dispensado hacia la mujer como esposa y madre. ¡Cuánta delicadeza en el trato hacia su mujer! Ello no lo aprendió en la calle, ni en las aulas, sino principalmente al interior de su familia. El amor a su madre de la tierra le llevó a profesar una devoción consiente, madura, y varonil, que no sólo en nada le resultaba incompatible con su vida militar sino que,  por el contrario, le fue eficaz para el mejor cumplimiento al juramento hecho de defender su bandera hasta dar la vida si fuese necesario.

Como sabemos, en abril de 1879, desde Valparaíso zarparon la goleta Covadonga y la corbeta Abtao. Al momento de embarcarse, según cuenta un testigo presencial, el comandante llevaba en sus manos  una imagen de la Santísima Virgen del Carmen…Bajo ese manto protector -desde ya- cobijaba lo que finalmente culminaría en un día como hoy. De lo anterior se desprende que, como hombre de arraigadas convicciones y acrisolada fe,  no ocultó en ningún momento en quién creía, pues estaba orgulloso de ser católico, lo cual,  más que ser algo por otros externamente reconocible,  implicaba un mayor compromiso para hacer bien el bien.

Estando en la rada iquiqueña nuestro Héroe el día que fue nombrado comandante de la Esmeralda escribió a un familiar contándole que “antes de salir y a pedido de algunos señores de Valparaíso, toda la tripulación y oficiales, incluso yo recibimos el escapulario del Carmen, en cuya protección confiamos para que nos saque con bien de esta guerra. También me acompañan a bordo la Virgen de este nombre y San Francisco, Con tanto protector creo que se puede tener confianza en el éxito”.

En la actualidad, el entusiasmo y el estímulo  nos hacer caer en la tentación de una espiritualidad de fantasía. El sentimentalismo faranduliza la vida interior. Muchas iniciativas y propósitos de vida parten diligentes como el brioso caballo inglés, galopan luego como un caballo corralero, culminando al cansino paso de un asno de trabajo. Así resulta nuestra piedad: siendo meramente sentimental, es capaz de sacar muchas lágrimas pero de no remover un ápice nuestra vida moral.

De lo anterior,  se desprende que una madre más agradecerá un alma obediente que muchos arrumacos, y se sabrá segura de ser protegida en su debilidad por aquel que siempre ha estado a su lado, tanto “en las buenas” como “en las malas” en “las duras y maduras”. La ternura de un hijo manifestada hacia su madre resultará irremediablemente  falsa si acaso no se reviste de verdad y fidelidad. Por esto, el reconocimiento que hizo nuestro Señor hacia su Madre es muy claro: “¿Quién es mi Madre? ¿Quiénes son mis parientes? Sino aquellos que cumplen en todo la voluntad de mi Padre que está en los cielos”. ¡Este es el mejor presente que podemos prodigar a la Virgen Santísima! Es decir, acoger de palabra y obra la invitación hecha un día en Caná de Galilea: “Hagan todo lo que Él les diga” (San Juan II, 1-11).

La preparación y el espíritu de sacrificio que invirtió desde pequeño, en sus años de formación,  fueron aquilatando su alma para realidades trascendentes. Sabedor que la fidelidad vivida en las cosas pequeñas no sólo permite sino que hace posible alcanzar aquellas metas que en ocasiones parecen humanamente  imposibles: ¡Todo es posible para Dios! Y para quienes creen en Él.

El haber desde niño aprendido a priorizar  le hizo colocar el amor a la Virgen María en los momentos cumbres de su vida. Nada era dejado a la improvisación, incluso lo que podía ser un detalle secundario para algunos,  como  la acción de colocar visiblemente una imagen de la Virgen María en su recámara, o portar el escapulario carmelitano en aquel día decisivo. Por esto, el salto a la eternidad dado en una jornada como hoy, fue consecuencia directa de un estilo de vida que buscó, que encontró y que terminó viviendo, es decir, hizo realidad el programa de vida al que San Juan Pablo II invitaba décadas atrás a la juventud de esta tierra bendita: “Jóvenes chilenos: buscad a Cristo, vivid en Cristo, amad a Cristo” (2 de Abril de 1987).

Una y otra vez no nos cansaremos de repetir que no basta mirar a Cristo, como no fue suficiente la inicial admiración en Tabor que no avanzaba a la imitación. La vida como creyentes se debe notar o simplemente terminará esfumándose como un mundo de fantasía, de lo que aparenta pero realmente no es lo que representa, puesto que: “Una fe sin obras, es una fe muerta” (Santiago II, 26), como es a la que la tentación de la superficialidad sentimentalista nos irremediablemente  conduce.

Oremos al Señor en este día por cuantos murieron defendiendo su emblema sagrado. Para que junto a la Virgen del Carmen, Reina y Patrona de nuestra Patria, puedan haber escuchado la invitación hecha por Jesús en el Santo Evangelio: ¡Venid benditos de mi Padre!
(San Mateo XXV, 40).
Pila Bautismal donde fue bautizado Arturo Prat



 

 

martes, 13 de mayo de 2014

LA MADRE: EL PRIMER SEMINARIO DEL SACERDOTE


 CUARTO DOMINGO / TIEMPO PASCUAL / DIA DEL BUEN PASTOR.

A lo largo del mundo en este día se honra la figura de “aquella mujer que tiene algo de Dios por la inmensidad de su amor(Obispo Ramón Ángel Jara). Socialmente esta celebración a la maternidad ha ido tomando una relevancia que, si bien para algunos puede quedarse en una parte cosmética, tiene una raíz muy importante y que, bien encauzada, adquiere una importancia que puede ser determinante en procurar la salud espiritual de nuestra sociedad, cuyos signos de enfermedad no nos resultan ajenos.
 
 
De muchas maneras verificamos la importancia de la madre en cada creyente. Desde los rasgos físicos, que en ocasiones saltan a la vista, pasando por una personalidad que no deja de exteriorizar en los modos de hablar, hasta lo más esencial como es la adquisición de valores y de una fe arraigada, la influencia materna resulta siempre determinante por su cercanía.
Nuestro Señor, al asumir la condición humana, pudiendo haberse presentado por cualquier camino extraordinario, lo hizo desde la gestación en el vientre materno creado perpetuamente virginal. La sangre de la Virgen Madre corría y nutria la sangre de su hijo en los meses que permaneció en el sagrario de la vida como era dicho vientre materno: “Cuando llegó la plenitud de los tiempo, Dios envió a su Hijo, formado de mujer y sometido a la ley” (San Pablo a los Gálatas IV, 4).
Perfecto Dios y perfecto hombre a la vez, no sólo se abstuvo de prescindir sino que positivamente incluyó, de una vez para siempre, la presencia de María como su Madre, a la par que, a lo largo de todo el Santo Evangelio como mujer, viuda y peregrina, poseyó unas características que hoy buenamente vemos necesario rubricar para nuestro tiempo.
La maternidad es propia del ser femenino. Todo su ser fue preparado por Dios para ese fin, por esto la sabiduría del Santo Pontífice -venido de un país lejano- señaló un día desde la Isla de los Santos que “la vocación de la mujer tiene un nombre y es maternidad”, definición  que honra la grandeza ser colaboradora genuina en la obra de Dios, ante una  cultura donde está enquistada la ideología igualitarista.
El reconocer que la maternidad es el camino de la mujer, no implica un menosprecio hacia ella sino que, por el contrario es un reconocimiento que emerge desde una visión complementaria no reduccionista del ser femenino, cuya vinculación con la vida le es vital. Solamente desde esa realidad se puede comprender efectivamente el papel de importancia que la mujer está llamada a desempeñar en la sociedad, en el trabajo, y en la vida pública. La mujer no se explica desde lo que hace sino desde quien es.
La verdad no necesita gritar, le basta el susurro para simplemente evidenciar lo hondo de su argumentación. Recordemos que la verdadera fuerza de la verdad estriba en que es verdad, y esto es lo que, como miembros vivos de nuestra Iglesia, hemos de manifestar ante la primera grandeza de la madre cuál es su ser femenino que se despliega en plenitud al momento de ser gestado un nuevo ser en su vientre, y luego de unos meses dar a luz. En realidad no existe un tiempo de espera, porque en ese tiempo ya madre se es.
En segundo lugar, la etapa de la viudez de una mujer entraña momentos distintos, novedosos a los cuales la experiencia de vida y sabiduría iluminada por el don de la fe, le hace valorar la etapa de acompañar a nuevas generaciones que no siempre ni oportunamente acaban por reconocer la profundidad de la mirada y cercanía de un gesto de aquel que transita en la etapa decisiva de su existencia: Si para unos el crecer y desarrollarse profesionalmente les resulta lo fundamental, para el creyente lo ha de ser la búsqueda de la santidad por medio del crecimiento en una vida virtuosa, por esto: Madre y abuela, dos veces madre.
¡Poblad la tierra!
En la actualidad el don de la maternidad está arrinconado -muchas veces- al baúl de lo que se tiene como sustituible. Se posterga la maternidad por razones utilitaristas y se cuestiona la generosidad de aquella que, no sin gran sacrificio y abnegación, más que espaciar indefinidamente los nacimientos, los hace  eventualmente más reiterados. Así, lo que de suyo debería ser causa de alegría y reconocimiento, termina transformando en múltiples juicios temerarios y suspicaces, no exentos de ironía malsana.
El mandato de Dios en el Paraíso terrenal dado a nuestros primeros padres, Adán y Eva fue muy claro: ¡Poblad la tierra! Y como Dios no se equivoca porque es Dios, entonces -en todo momento- un niño gestado en el vientre materno ha de ser obligatoriamente protegido, deseablemente esperado y necesariamente amado. Un hijo nunca es una amenaza siempre una bendición de Dios.
¡Un hijo de mujer cambió el rostro del mundo! ¡Una madre es capaz de cambiar el rostro de una familia y de la sociedad entera al momento de traer un hijo a su vida! Nuestra región, y particularmente nuestra ciudad de Valparaíso tiene el segundo más bajo nivel de natalidad del país, lo que es consecuencia de un conjunto amplio de factores. Sin un número suficiente de hijos no hay esperanza de un mundo mejor porque no habrá quien lo habite.
La Virgen como Madre tuvo en todo momento la certeza de ser hija de Dios, creada y presente en este mundo para alabar a Dios. Por esto,  procuró cumplir sus designios, sabiendo que el ejercicio de su libertad y búsqueda de su perfección no podían quedar al margen de quien era, finalmente, desde cualquier perspectiva, el garante de su seguridad y causa de su mayor esperanza. El otro nombre de la esperanza es Cristo, porque Él nos fue dado para tenerla en toda circunstancia.
Nuestra Madre Santísima, a quien vemos reflejada en cada mujer madre, fue constituida como “llena de gracia”, para lo cual Dios la hizo su Madre, protegió su virginidad antes, durante y después de parto, la formó de la nada sin pecado original, y finalmente no se privó de su compañía llevándola en cuerpo y alma a los cielos: la primera creyente, la primera redimida sería entonces la primera habitante del Cielo donde su Hijo y Dios le preparó (San Juan XIV, 1-11). El Antiguo Testamento ya lo anunció: “Ella es la Virgen que concebirá y dará a luz a un Hijo cuyo nombre será Emmanuel” (Isaías VII, 14).
a). De dicha virginidad podemos destacar primero la de la mente: Ella a lo largo de su vida tuvo un constante propósito de virginidad, evitando todo aquello que resulta repulsivo a la perfecta castidad. La madre debe estar en todo momento atenta a mantener como un tabernáculo incólume la mente de sus hijos de toda imagen malsana. No sólo las imágenes indecentes son malas sino también aquellas que niegan la verdad sobre Dios y su Iglesia. En la maternidad virginal de María Santísima constatamos que ésta surge de una total entrega total a Dios. La ternura con la cual una madre prepara el ámbito al recién nacido no puede tener vencimiento porque el carnet de identidad señale que su hijo ha crecido.
b). En segundo lugar, la maternidad virginal de nuestra Madre Santísima es de los sentidos: Esto consiste en la inmunidad de los impulsos desordenados de la concupiscencia. San Pablo define esto último de manera muy precisa: “El mal que no quiero, hago y el bien que quiero no hago ¿Qué es esto? ¡La Concupiscencia!”. La Virgen María fue liberada de esta inclinación,  por lo que actuaba en todo momento con la seguridad y fortaleza de quien sabe que lo que hace está bien hecho. Los hijos deben ver en la madre un camino seguro donde apoyarse, pues inmersos en la tempestad de la vida,  los azotes de las olas son constantes, y se requiere se la seguridad prometida ya en las primeras enseñanzas del Señor el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (San Mateo V, 12).
c). En tercer lugar, la virginidad del cuerpo de la Madre de Dios: Purísima debería ser la que diera a luz al autor de la gracia y de la vida. Al unísono, sin notas discordantes, la Virgen María sólo tuvo a Jesús no porque haber tenido más descendencia fuera algo malo, sino porque los designios de Dios, desde el Antiguo Testamento, así lo habían anunciado. Y, todo el relato de los cuatro evangelios explícitamente refiere la maternidad a la persona de Jesús, según fue reconocido por los suyos: “¿No es este el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María?” (San Mateo XIII, 55). Esto implica que la madre ha de procurar amar a sus hijos, como si fuera cada uno el único, es decir no desde un cariño porcentual, sacado del promedio de un común denominador, sino desde la entrega personal, irrestricta e incondicional a cada uno de sus hijos, los cuales siempre serán: carne de su carne, sangre de su sangre, alma de su alma. Amén.

MENSAJE DEL ROMANO PONTÍFICE
PARA LA 51 JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Tema: Vocaciones, testimonio de la verdad

Queridos hermanos y hermanas:

El Evangelio relata que «Jesús recorría todas las ciudades y aldeas… Al ver a las muchedumbres, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas “como ovejas que no tienen pastor”. Entonces dice a sus discípulos: “La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies”» (San Mateo IX, 35-38). Estas palabras nos sorprenden, porque todos sabemos que primero es necesario arar, sembrar y cultivar para poder luego, a su debido tiempo, cosechar una mies abundante. Jesús, en cambio, afirma que «la mies es abundante». ¿Pero quién ha trabajado para que el resultado fuese así? La respuesta es una sola: Dios.

Evidentemente el campo del cual habla Jesús es la humanidad, somos nosotros. Y la acción eficaz que es causa del «mucho fruto» es la gracia de Dios, la comunión con él (San Juan XV, 5). Por tanto, la oración que Jesús pide a la Iglesia se refiere a la petición de incrementar el número de quienes están al servicio de su Reino. San Pablo, que fue uno de estos «colaboradores de Dios», se prodigó incansablemente por la causa del Evangelio y de la Iglesia. Con la conciencia de quien ha experimentado personalmente hasta qué punto es inescrutable la voluntad salvífica de Dios, y que la iniciativa de la gracia es el origen de toda vocación, el Apóstol recuerda a los cristianos de Corinto: «Vosotros sois campo de Dios» (1 Corintios III, 9). Así, primero nace dentro de nuestro corazón el asombro por una mies abundante que sólo Dios puede dar; luego, la gratitud por un amor que siempre nos precede; por último, la adoración por la obra que él ha hecho y que requiere nuestro libre compromiso de actuar con él y por él.

Muchas veces hemos rezado con las palabras del salmista: «Él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño» (Salmo C, 3); o también: «El Señor se escogió a Jacob, a Israel en posesión suya» (Salmo CXXXV, 4). Pues bien, nosotros somos «propiedad» de Dios no en el sentido de la posesión que hace esclavos, sino de un vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto de alianza que permanece eternamente «porque su amor es para siempre» (Salmo CXXXVI). En el relato de la vocación del profeta Jeremías, por ejemplo, Dios recuerda que él vela continuamente sobre cada uno para que se cumpla su Palabra en nosotros. La imagen elegida es la rama de almendro, el primero en florecer, anunciando el renacer de la vida en primavera (Jeremías I, 11-12). Todo procede de él y es don suyo: el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, pero —asegura el Apóstol— «vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios» (1 Corintios III, 23). He aquí explicado el modo de pertenecer a Dios: a través de la relación única y personal con Jesús, que nos confirió el Bautismo desde el inicio de nuestro nacimiento a la vida nueva.

 Es Cristo, por lo tanto, quien continuamente nos interpela con su Palabra para que confiemos en él, amándole «con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser» (San Marcos XII, 33). Por eso, toda vocación, no obstante la pluralidad de los caminos, requiere siempre un éxodo de sí mismos para centrar la propia existencia en Cristo y en su Evangelio.

Tanto en la vida conyugal, como en las formas de consagración religiosa y en la vida sacerdotal, es necesario superar los modos de pensar y de actuar no concordes con la voluntad de Dios. Es un «éxodo que nos conduce a un camino de adoración al Señor y de servicio a él en los hermanos y hermanas» (Discurso a la Unión internacional de superioras generales, 8 de mayo de 2013). Por eso, todos estamos llamados a adorar a Cristo en nuestro corazón (1 Pedro III, 15) para dejarnos alcanzar por el impulso de la gracia que anida en la semilla de la Palabra, que debe crecer en nosotros y transformarse en servicio concreto al prójimo. No debemos tener miedo: Dios sigue con pasión y maestría la obra fruto de sus manos en cada etapa de la vida. Jamás nos abandona. Le interesa que se cumpla su proyecto en nosotros, pero quiere conseguirlo con nuestro asentimiento y nuestra colaboración.

También hoy Jesús vive y camina en nuestras realidades de la vida ordinaria para acercarse a todos, comenzando por los últimos, y curarnos de nuestros males y enfermedades. Me dirijo ahora a aquellos que están bien dispuestos a ponerse a la escucha de la voz de Cristo que resuena en la Iglesia, para comprender cuál es la propia vocación. Os invito a escuchar y seguir a Jesús, a dejaros transformar interiormente por sus palabras que «son espíritu y vida» (San Juan VI, 63). María, Madre de Jesús y nuestra, nos repite también a nosotros: «Haced lo que él os diga» (San Juan II, 5). Os hará bien participar con confianza en un camino comunitario que sepa despertar en vosotros y en torno a vosotros las mejores energías. La vocación es un fruto que madura en el campo bien cultivado del amor recíproco que se hace servicio mutuo, en el contexto de una auténtica vida eclesial. Ninguna vocación nace por sí misma o vive por sí misma. La vocación surge del corazón de Dios y brota en la tierra buena del pueblo fiel, en la experiencia del amor fraterno. ¿Acaso no dijo Jesús: «En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros» (San Juan XIII,35).

4. Queridos hermanos y hermanas, vivir este «“alto grado” de la vida cristiana ordinaria» (cf. Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 31), significa algunas veces ir a contracorriente, y comporta también encontrarse con obstáculos, fuera y dentro de nosotros. Jesús mismo nos advierte: La buena semilla de la Palabra de Dios a menudo es robada por el Maligno, bloqueada por las tribulaciones, ahogada por preocupaciones y seducciones mundanas (San Mateo XIII, 19-22). Todas estas dificultades podrían desalentarnos, replegándonos por sendas aparentemente más cómodas.

 

Pero la verdadera alegría de los llamados consiste en creer y experimentar que él, el Señor, es fiel, y con él podemos caminar, ser discípulos y testigos del amor de Dios, abrir el corazón a grandes ideales, a cosas grandes. «Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Id siempre más allá, hacia las cosas grandes. Poned en juego vuestra vida por los grandes ideales» (Homilía en la misa para los confirmandos, 28 de abril de 2013).

A vosotros obispos, sacerdotes, religiosos, comunidades y familias cristianas os pido que orientéis la pastoral vocacional en esta dirección, acompañando a los jóvenes por itinerarios de santidad que, al ser personales, «exigen una auténtica pedagogía de la santidad, capaz de adaptarse a los ritmos de cada persona. Esta pedagogía debe integrar las riquezas de la propuesta dirigida a todos con las formas tradicionales de ayuda personal y de grupo, y con las formas más recientes ofrecidas en las asociaciones y en los movimientos reconocidos por la Iglesia» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte, 31).

Dispongamos por tanto nuestro corazón a ser «terreno bueno» para escuchar, acoger y vivir la Palabra y dar así fruto. Cuanto más nos unamos a Jesús con la oración, la Sagrada Escritura, la Eucaristía, los Sacramentos celebrados y vividos en la Iglesia, con la fraternidad vivida, tanto más crecerá en nosotros la alegría de colaborar con Dios al servicio del Reino de misericordia y de verdad, de justicia y de paz. Y la cosecha será abundante y en la medida de la gracia que sabremos acoger con docilidad en nosotros. Con este deseo, y pidiéndoos que recéis por mí, imparto de corazón a todos la Bendición Apostólica.


 

viernes, 9 de mayo de 2014

Cartas a los Apoderados de Primera Comunión



Señor Apoderado,
                                                                                                         Viña del Mar, Viernes 9 de Mayo del  2014.
De nuestra consideración,
                                              Con gran alegría, en continuidad con lo que ha sido la práctica de nuestro Colegio a lo largo de su historia, en este Año de la Misión Territorial, se imparte el Curso de Catequesis familiar para los niños y jóvenes que deseen recibir el Sacramento de la Primera Comunión, y que sean alumnos regulares de nuestro establecimiento, cursando Cuarto Año Básico, o bien cursos superiores, y que a la fecha no hubiesen recibido los sacramentos de Iniciación a la Fe, como son Bautismo, Primera Comunión y la Confirmación.
Es particularmente importante tener presente cuatro aspectos de la Catequesis Familiar impartida en el Colegio, y que tienen un carácter propio con respecto a la formación impartida en las comunidades parroquiales:
a). La Catequesis se extiende desde Mayo a Noviembre: En efecto, por tener la posibilidad de acceder a instancias complementarias como Talleres y Escuela para Padres, por la asistencia cotidiana de los niños, y eventualmente más cercana de los padres d familia, se puede impartir con la misma profundidad, la totalidad de las materias, incluidas las respectivas celebraciones, a  lo largo del año escolar. Por ello, es fundamental la asiduidad y participación sistemática de los padres en las catequesis que, en el caso de los alumnos son impartidas semanalmente, en tanto que para los padres de familia son dadas semana por medio.
b). Los niños aprenden mejor cuando sus padres comparten con ellos su caminar: Esto tiene particular relevancia en relación a la Misión Territorial, en medio de un tiempo al que el Episcopado local nos ha invitado a redescubrir la grandeza de vivir en la Fe que un día recibimos en el bautismo. Los alumnos que accedan a la Primera Comunión  lo harán en el Año de la Misión Territorial, lo cual entraña bendiciones especiales e indulgencias, anexas al compromiso misionero asumido.
c). El origen variado de los niños: La pertenencia a un territorio determinado suele ser el criterio último de participación en la catequesis familiar de las parroquias, realidad no aplicable a un establecimiento particular donde los alumnos tienen residencia en lugares muy diversos, incluso por el hecho de provenir de ciudades diferentes.
d). Catequesis impartida en ambiente plurireligioso: En las sedes parroquiales los niños que asisten a la catequesis están inmersos en un ambiente donde todo gira en torno a la vivencia de la fe, y cuanto asisten a dichos centros, favorecen el crecimiento interior, en cambio, en un establecimiento educativo, en los cuales –de hecho- hay alumnos y familias que no participan de la fe católica, quienes sí desean hacerlo deben, muchas veces, redoblar sus esfuerzos por vivir su fe en ambientes que les resultan más desafiantes.
Nuestra Iglesia, siempre atenta a las necesidades espirituales de los fieles, procurando facilitar la más temprana participación sacramental de los alumnos, permite en efecto que en períodos abreviados, e igualmente intensos, puedan prepararse convenientemente a la recepción del Misterio de la Fe, como es la Santísima Eucaristía. Una catequesis impartida en menos tiempo implica intensidad y capacidad de síntesis, no ligereza ni liviandad.

Lo anterior, nos compromete a impartir una Catequesis Familiar adecuada al horario de los padres de familia, en tanto que dichos padres asumirán la asistencia como algo impostergable y necesario, procurando responder adecuadamente tanto a las celebraciones litúrgicas de cada mes, como a las catequesis programadas.
Teniendo presente que los niños y jóvenes recibirán, Dios mediante, su Primera Comunión el sábado 6 de Diciembre, como culminación del Mes de María, en la Parroquia de la Virgen del Carmen, ubicada en Avenida Libertad Nº 245, el Curso de Catequesis Familiar se impartirá desde el Martes  13 de Mayo hasta el Martes 25 de Noviembre, a las 19:00 horas en nuestro Colegio, hasta las 20:00 horas: la hora de inicio estará en directa relación con la hora de término…!partir a la hora para terminar a la hora!
Durante las vacaciones de invierno y Fiestas Patrias no habrá catecismo, en tanto que en caso de lluvia la Catequesis Familiar no se suspenderá.
Tal como ha sido costumbre en las últimas décadas, tendremos las celebraciones que la Comisión Nacional de Catecismo recomienda, entre las cuales están: La Entrega de la Biblia (Domingo 7 de septiembre), del Santo Rosario (Domingo 5 de Octubre), de la Cruz (Domingo 3 de Agosto), del Padre Nuestro (Domingo 6 de Julio), de las Bienaventuranzas (Domingo 2 de Noviembre).
En tanto, que tendremos una Liturgia Penitencial para los niños y otra para los padres de familia, y una peregrinación, durante el mes de Octubre hacia el Santuario de Santa Teresa de Los Andes, la cual se viene realizando desde 1998, y que en esta oportunidad, inmersos en el Año de la Misión Territorial se hará extensiva al toda la comunidad escolar que desee participar.
Todo lo anterior, incluida la Catequesis Familiar, sólo pueden tener un resultado favorable, real y eficaz, si acaso durante el transcurso del año los padres de familia se comprometen a cumplir el deber de santificar el Día del Señor, que es el Domingo, con la asistencia y participación en la Santa Misa, toda vez que la experiencia indica que si los niños ven a sus padres acudir gozosos a cada celebración, ellos se sentirán motivados a imitarlos.

Sin otro particular, se despide con afecto,
Dios Guarde a Ud. y Familia.


Pbro, Jaime Herrera González.
Capellán Saint Peter’s School.
Avenida Libertad  Nº 575 / Fono: 09-97402707  &  32-2381400/ padrejaimeherrera.gmail.com



REGLAMENTO DE CATEQUESIS EUCARÍSTICA 2014
ASISTENCIA:
Se requiere una asistencia mínima del 75% para la Santa Misa mensual en el Colegio y para las clases de Catecismo. Las inasistencias deberán ser justificadas oportunamente.
COMPROMISO SERIO:
Las actividades que dicen relación con la formación catequética y espiritual tienen un carácter vinculante, de manera especial, para los niños y jóvenes durante su preparación a la Primera Comunión.
DEDICACIÓN EN FAMILIA:
Los padres de Catequesis Familiar se esforzarán en participar activamente, con generosidad, puntualidad, durante todo el período de formación religiosa de la familia, y particularmente, de sus hijos.
CATECISMO ANUAL:
El período de Catequesis se extenderá desde el Mes de Mayo hasta el Mes de Diciembre del 2014, con una reunión cada dos semanas para los padres de familia,  y  semanal para los niños y jóvenes.
DELEGACIÓN DE LOS PADRES:
En caso de imposibilidad justificada de un padre o ambos en orden a poder asistir regularmente a la Catequesis Familiar, podrán autorizar a un adulto responsable para que, deseablemente vinculado con lazos familiares o espirituales, como sería el caso de los padrinos de bautismo, cumplan el propósito de colaborar en la educación religiosa.
VESTIMENTA:
Los niños de Catequesis Familiar para la celebración de la Misa de Primera Comunión deberán vestir uniforme completo los varones, debidamente peinados, y con uniforme, guantes y toca las niñas. Además, usarán un Santo Rosario blanco, un cirio amarillo, y los niños, guantes y una cinta blanca en el brazo. A los padres se les solicita el uso de traje y vestimenta formal ese día.
BENDICIÓN DE RECUERDOS:
Sólo serán bendecidos aquellos recuerdos e imágenes que por su naturaleza sean genuinamente expresión del espíritu religioso que evocan. Estará vedado el uso de aquellos recuerdos que no sean auténticamente imágenes religiosas. 

FECHA PRIMERA COMUNIÓN:
La Primera Comunión será impartida el Sábado 6 de Diciembre a las 10:30 de la mañana, para culminar con un desayuno familiar en la Pérgola del establecimiento, como manifestación de la fe profesada y el gozo del don inestimable de la Santa Eucaristía que ha recibido un miembro de la familia y del Colegio: Jesús en la Santa Misa viene para que todos, bien dispuestos,  lo reciban.
EVALUACIÓN:
Los niños y padres de familia serán evaluados a lo largo del Curso de Catecismo, debiendo tener una aprobación final, con el fin de certificar positivamente que han recibido la instrucción necesaria requerida por la Santa Iglesia, tal como establece el Código de Derecho Canónico. Todo bautizado tiene el derecho de recibir los sacramentos oportunamente,  habida consideración de la preparación previa impartida y asumida.
ONCE DE FINALIZACIÓN DE CURSO:
A partir de este año, se realizará el Viernes 5 de Diciembre, a partir de las 09:00 horas, un desayuno en la Pérgola del Colegio para los alumnos que recibirán la Primera Comunión, en la cual se entregará el certificado del Curso de Catecismo aprobado, y se premiará a quienes se hayan destacado en asistencia, participación y conocimientos a lo largo del curso de Catecismo Eucarístico. En esta ceremonia estará presente el Director del Colegio, Capellán, Director Académico, Jefe de Ciclo Básico, Profesor Jefe, Directiva de Padres de Familia de Cuarto Año Básico.
CUOTA DE PRIMERA COMUNIÓN:
Para costear los gastos que entraña el día de Primera Comunión, tales como: Rosario, cirios de altar, cirios de niños y jóvenes, cantorales y certificados, premios, flores, crucifijos, desayuno familiar, se solicitará una cuota de $ 35.000, la cual podrá ser cancelada durante el curso del año, y a más tardar el Lunes 3 de Noviembre. Los dineros serán entregados en el Departamento de Contabilidad del Colegio a la Sra. Luz María Neira de Hein.
ACTIVIDADES PARA LA ONCE:
Los gastos del desayuno del Viernes 5 de Diciembre se prorratearán con actividades que los padres de familia realizarán durante el año, y a eventuales aportes voluntarios, bajo la supervisión e iniciativa del profesor jefe y directiva de los padres de familia del Curso. El profesor Jefe coordinará los aportes con los alumnos de los cursos superiores que participen igualmente en el Curso de Catecismo del Colegio. 

SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN:
Las confesiones de los niños y padres se realizarán el martes 25 de noviembre, en horario que será oportunamente informado. No obstante lo anterior, se recomienda vivamente a los padres de familia acercarse voluntariamente al sacramento de la confesión durante el año, con el fin de poder comulgar debidamente cada domingo y las fiestas de guardar o precepto vigentes en Chile (15 de Agosto, 1 de Noviembre, 8 de Diciembre, 25 de Diciembre).
ENSAYO DE CEREMONIA:
Al igual que los años anteriores habrá dos ensayos generales de la liturgia de Primera Comunión, en la cual participarán el Coro que cantará ese día, los lectores y animadores de la celebración, los alumnos y monaguillos designados para ejercer diversos ministerios litúrgicos. Un ensayo se realizará en el Colegio y otro en la Parroquia Nuestra Señora del Carmen (Padres Carmelitas).
FOTOGRAFÍA:
Para una mejor organización de la ceremonia litúrgica de Primera Comunión, al igual que se ha venido haciendo los últimos años, se autorizará a un fotógrafo que haya demostrado seriedad y posea la necesaria experiencia en la materia, el cual deberá ser visado por el Capellán. Los familiares sólo pueden sacar fotografías desde los puestos, sin poder acceder hacia el presbiterio y otros lugares sacros (bautisterio y altar del Santísimo Sacramento). El día viernes 5 de diciembre  un fotógrafo profesional tomará  una foto con la totalidad de los alumnos de Primera Comunión con la indumentaria completa, y una foto individual, las cuales serán entregadas a los padres de familia el día de la Primera Comunión.  En tanto, que el fotógrafo de La Santa Misa entregará veinte imágenes digitales liberadas  al Capellán, las cuales serán subidas al Blog: pastoralstpetersschool.blogspot.com y a la página WEB: stpeters.cl

CATEQUESIS MES DE MAYO SAINT PETER’S SCHOOL 2014

 ¡SÉ QUE NO HABRÁ MAS LÁGRIMAS EN EL CIELO!

Eric Clapton junto a su hijo Connor Clapton Boyd
         Hay canciones que marcan años, décadas y generaciones. De algún modo haciendo un símil del consabido refrán diremos ahora “dime que escuchas y te diré quién eres”. Algunos nos dicen que “somos lo que comemos”, y añadiremos: “somos lo que escuchamos”, porque tras esa identificación y hasta ocasional apropiación de un tema diciendo “es mi canción”, hay una manera de ver la vida que puede efectivamente ser característico de aquellos que interpretan una canción desde un escenario como de quien lo escucha con atención desde la platea o galería.
        Citar a Eric Patrick Clapton hace evocar de inmediato dos grandes melodías, de este cantante de blues nacido en Ripley, Surrey,  Inglaterra en 1945. El nacía y Europa daba los últimos estentóreos de una guerra cuya ferocidad hace llegar sus consecuencias hasta nuestros días. Salido de las cenizas de un mundo beligerante nos ha legado dos canciones que invitan a fortalecer el alma: Tears in Heaven (Lagrimas en el Cielo) que escribió en recuerdo de su pequeño hijo Conor, quien murió accidentalmente al caer desde un edificio de Manhattan cuando aún no cumplía cinco años de edad.


Sin lugar a dudas, el hombre experimenta verdaderamente en esta vida muchas alegrías, pero en todo momento se hace presente que “estamos inmersos en un valle de lágrimas” cuyo fin solo tiene su acta definitiva al partir de este mundo en gracia de Dios.
         Se equivoca quien dice que los males y padecimientos se acaban con la muerte física. El Catecismo es claro al recordarnos que los castigos en el infierno son humanamente inenarrables, es decir, no hay palabras que puedan describir lo que allí sufrirá el alma no por un tiempo limitado, como todo sufrimiento actual es, sino que para siempre, lo que confiere un carácter incomparable con lo que circunstancialmente podamos sufrir aquí en este mundo. Nada que tiene fecha de término puede ser equiparable a lo que es para siempre.
Como señala este canto, con ocasión de la muerte de un hijo pequeño, o como podría describir aquel que vio quedar en cenizas su hogar, su vecindad y su barrio a causa de un incendio en la ciudad evocadora del Paraíso, hay sufrimientos que humanamente pueden resultar inicialmente incomprensibles, por lo que no es el tiempo el que finalmente resulta capaz de hacer madurar una situación para evaluarla en debida perceptiva, sino que se requiere necesariamente del don de la fe, conferida como una semilla depositada en nuestra alma el día de nuestro bautismo, llamada a dar fruto en abundancia. La fe, dada por Dios,  es capaz de hacer que una misma lágrima que partió como fruto del dolor aparentemente irreparable se transforme en lágrima de alegría por una esperanza siempre nueva. 
        El optimismo católico es una realidad. Porque el hombre no puede ocultar permanentemente lo que posee o eventualmente carece: si se tiene a Cristo en el corazón, si se vive de las enseñanzas de la Iglesia fundada por el Señor como Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana, si se nutre el alma con los sacramentos y oxigena con la oración privada y comunitaria, entonces no lleva a sorpresa el optimismo que aflora “por los poros” en el mundo católico y en la cultura que de ella emerge: el arte de las naciones  mayoritariamente más católicas es festivo.
Basta recorrer sus ferias costumbristas, ir a sus fiestas patrias, ver sus indumentarias con vivos colores, para corroborar una y otra vez que ese optimismo se fundamente en una fe heredada, y llamada a dar mayores frutos no sin la fidelidad rigurosa a los preceptos dados por Dios “desde el cielo” y “desde la tierra”, los cuales podemos leer en la Escritura Santa y en la naturaleza salida de las manos de un Dios que se ha auto comunicado a nosotros.
        Pero, si de esperanza hablamos y de optimismo recordamos, nuevamente recurrimos al testimonio del contemporáneo representante del blues británico, quien, con ocasión de un Concierto de Caridad en beneficio de los niños víctimas de la guerra dado en 1996, interpretó junto a recordado tenor Luciano Pavarotti una canción dedicada a la Santísima Virgen María: “Holy Mother”. Al escucharla y detenidamente leer su letra sólo podemos decir que es un verdadero Salmo Mariano, con contiene la fuerza viva de los textos veterotestamentarios y la confianza tierna del nuevo testamento depositada en la intercesión de la Virgen como Medianera universal de toda gracia.

Virgen de Walchinham, Inglaterra,  año 1061

En efecto, la devoción profesada hacia aquella elegida por Dios para ser denominada por las generaciones de creyentes como “su madre”, hace que el recibirla en nuestros hogares y corazones sea no sólo un deber sino que constituye una dulce necesidad,  pues sabido es que nunca se ha oído decir que aquel que haya recurrido a su protección, no haya sido atendido con presteza por aquella que junto a la Cruz fue confidente del Testamento más preciado dado en el Monte Calvario: “Mujer, he ahí a tu hijo”.
When my hands no longer play, my voice is still, I fade away. Holy Mother, then I’ll  be lying i, safe within your arms…Cuando mis manos no toquen más, ni mi voz permanezca, me desvaneceré. Santa Madre, entonces estaré acostado, en tus brazos Madre.
          Estamos en el Mes donde tradicionalmente, en muchas partes del mundo se honra de manera especial a la Santísima Virgen María. A ese amor profesado por generaciones correspondió la Virgen María al modo como solo Ella podía hacerlo. Experta en los momentos difíciles de mundo y de la Iglesia, se presentó visiblemente a tres pequeños en la localidad de Fátima, Portugal el 1917. Invitaba entonces como hoy a la plegaria y la penitencia, y al rezo del Santísimo  Rosario, que es su oración predilecta.
Es verdad como dice la letra de la canción de Eric Clapton que en el cielo ya no habrá lágrimas, pero acotaremos que, fieles a Dios, las lágrimas aquí cambian de sentido, tal como fue el caso de la Virgen María que, como ninguno,  ha sufrido y como nadie ha visto reír su corazón al contemplar a su hijo Resucitado, de una vez para siempre. Aprovechemos este Mes de Mayo para, en silencio, ante una imagen de la Madre de Dios, repetir pausadamente esta canción hecha oración en nuestros labios y en nuestra alma de creyente:

       “Madre Sagrada, ¿dónde estás? esta noche me siento partido en dos, he visto las estrellas caerse del cielo, Santa Madre, no puedo evitar llorar.
Oh, necesito tu ayuda esta vez, para pasar esta solitaria noche. Dime por favor en que lugar girar, para encontrarme nuevamente.
Santa Madre, escucha mi oración, de alguna forma sé que estás allí todavía. Por favor, dame algo de paz interior, que se lleve este dolor.
No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar, por más tiempo. No puedo esperar, no puedo esperar, no puedo esperar, por ti.
Santa Madre, escucha mi llanto, he maldecido tu nombre cientos de veces. Siento la ira corriendo por mi alma, Santa Madre, no puedo mantener el control.

Oh, siento que el fin llegó, mis pies no correrán más. Tú sabes que preferiría estar en tu regazo  esta noche”.












TODOS LOS PAPAS DEL ÚLTIMO TIEMPO HAN SIDO DEVOTOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE FÁTIMA