viernes, 30 de octubre de 2015

¿Qué podemos hacer ante la muerte de un ser querido con los niños?



“Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios” (San Agustín de Hipona).


La verdad siempre se debe decir: El niño debe comprender lo que se le está diciendo. No temer usar la palabra “muerte”, con la salvedad de acompañarla  con el deseo de tenerle siempre presente, que se le va a recordar agradecidamente pues,  junto a él se pasaba gratamente.

Mensaje adaptado a la edad: Teniendo presente que no todos los niños maduran igualmente a determinada edad. Los niños si preguntan deben obtener una respuesta segura y clara respecto de lo que significa la muerte.

No usar muchas metáforas: Para una familia creyente la explicación que el fallecido “está en cielo” puede ser eficaz, pero para aquel pequeño que no tiene una sólida formación religiosa puede parecerle que el ser querido va de viaje. Actualmente, un niño desde los seis o siete años sabe lo que es la muerte porque constantemente la encuentra anunciada en los diversos medios de comunicación. Los padres de familia deben hablar de la trascendencia del alma humana para que los niños comprenden mejor el misterio de la muerte de un ser querido, particularmente aquella que es inesperada.

Dar un mensaje oportuno: Sin prisa indebida  ni tardanza impropia es necesario dar a conocer la noticia de la muerte de un ser querido, para ello, es conveniente rezar a Dios para que le conceda, a los padres de familia,  la gracia de encontrar las palabras más oportunas.


A nadie bendice más Dios, que al padre y madre de familia en orden a iluminar a sus hijos con la fe y fortalecerlos en la práctica de las virtudes.

Como padres tengan certeza en que Dios les apoyará en todo momento y en cada palabra.

En el Cielo es tan grande la felicidad que sólo eso puede llenar el corazón de quien  llega a él. Nada más podemos aspirar nada mayor podemos obtener que estar con Dios para siempre.

No temer expresar dolor ante la muerte: Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro. Cristo es perfecto Dios y perfecto hombre. Quiso con ello dar ejemplo de acompañar el sufrimiento que se tiene ante la partida de un ser querido, en todo momento debe estar acompañado del anuncio de la resurrección definitiva. El hombre está llamado a la vida, porque en Jesús tomos viviremos. Si un niño llora ni impedírselo, tampoco callar en familia el asunto de la muerte de un ser querido porque el niño puede entender que eso es algo malo que los coloca tristes. Si el niño se da cuenta de la tristeza y silencio de los adultos entonces debe saber cuál es la razón de ello.

Estar cerca de los niños en esos días: No aislar al niño ni hacerle pensar que nada ha sucedido. Es necesario vivir el duelo en familia. No buscar distraer a los niños sino más bien enseñarles a vivir la tristeza desde la fe, la cercanía y el cariño.

Participación de los niños en litúrgicas de despedida: Es conveniente que los niños  creyentes participen en los oficios religiosos, pues su oración es grata a los oídos de Dios y siempre los escucha. Que lleve una flor como regalo o un cirio como signo de recuerdo, que sepa que se le toma en serio su presencia en cada Santa Misa y ceremonia.

Debemos recordar que los primeros en reconocer a Jesús fueron los niños en Jerusalén, por lo que también, ellos no dejarán de reconocer el camino de la muerte de un ser querido como el regreso de cada uno hacia Dios para siempre.

“La vida fue dada para buscar a Dios, la muerte para encontrarlo, la eternidad para poseerlo (San Alberto Hurtado Cruchaga).



Padre Jaime Herrera González
Capellán  Saint  Peter’s School