martes, 20 de junio de 2017

SIN DIOS…ADORARÁN LAS BESTIAS Y MATARAN A LOS NIÑOS

 TEMA DE FORMACIÓN  JUNIO DEL 2017


Desde la primera mitad de la década del noventa en nuestra Patria hemos visto la permanente incursión de quienes han promocionado una legislación abortista. En 1989, con ocasión de grandes discusiones que se daban –especialmente- en Europa sobre la píldora microabortiva conocida posteriormente como del ”día después”,  el poder legislativo de la época en nuestra Patria,  consideró necesario explicitar  que todo aborto era un crimen, por lo que el maquíllate añejo de “terapéutico” debía sacarse de la legislación y suprimirse definitivamente. Así, desde ese tiempo,  ha pasado mucha agua bajo el rio…en los últimos veintiocho años.

Estamos insertos en una nueva sociedad, que tiene una nueva mentalidad se nos dice con insistencia, para la cual debemos acomodarnos. En el plano eclesial y social se pide colocarse de rodillas ante el proceso secularizador imperante, como si acaso nada pudiésemos hacer para modificarlo. Según esto, nos podemos preguntar: ¿Fue Cristo condescendiente con los criterios y valores de su tiempo? ¿Aceptó las leyes que la mayoría imponía? ¿Habrían muerto martirizados los apóstoles si hubiesen adecuado la predicación a los oídos de quienes fueron llamados a evangelizar? ¿Habría tenido mártires nuestra Iglesia en el pasado?... ¿Los tendrá en el futuro?

En todos estos años,  con frecuencia,  por hechos dolorosos de la vida pasada se ha enarbolado el slogan de “nunca más”…tortura….discriminación…muerte, pero no podemos olvidar que la legislación abortista implica expandir ilimitadamente el “crimen abominable” (Concilio pastoral Vaticano II) que incluye en el vientre materno: tortura, discriminación y muerte. Esto, indudablemente, ocasionará un mal moral, social, y espiritual de insospechadas consecuencias, tal como lo experimentamos de múltiples formas por tantos males que nos resultan  evidentes.  

Si todo concurre para el bien de quienes aman, para los que obran el mal, y propagan el odio de la muerte,  todo deviene en mal…aumenta la crispación y la degradación social. ¡Obvio!... si acaso  no se respeta al inocente que está por nacer, entonces, ¿qué garantía tendrán los que ya nacieron y están en condiciones irremediablemente debilitadas?

Nuestros  ancianos, cuyo número se multiplica exponencialmente,   ¿qué seguridad tendrán en el futuro de ser debidamente protegidos cuando resulten poco rentables?  Sabido es que  sus gastos de salud aumentarán pues –objetivamente- vivirán más años, y luego cuando en los enfermos terminales no haya posibilidad de recuperación…a no dudarlo serán puestos fuera de las murallas de la ciudad…serán desechados descartados como inviables aplicándose la eutanasia consentida por medio del suicidio o de la eutanasia impuesta que siempre es un crimen. En cualquier caso, es la muerte la última palabra de muchos hoy.

En el horizonte del abortismo sólo despunta el misterio de la muerte. La solución final que un día fue usada contra una raza hoy se aplica con los no nacidos a causa de “cómo” fueron gestados, debiendo pagar con su propia vida inocente el acto repudiable de abuso  culpable de otro;  inmolando su vida martirialmente por ser considerado un problema insalvable  la causa de su inviabilidad. En el colmo del desquicio moral de algunos legisladores de nuestra Patria se ha llegado a dejar por escrito que si acaso un niño sobrevive al intento de un aborto éste será dejado morir sin la asistencia médica debida. ¿Qué falta ha hecho un niño en el vientre materno para merecer ese trato insano y cobarde?

Es cierto, ello nace porque no se considera vida humana al no nacido….También, en el pasado hubo quienes no consideraron verdaderamente personas a los que tenían un color de piel distinto, a quienes hablaban un idioma distinto, o a quienes pertenecían a una raza determinada…la lista es casi interminable.  En todo el mundo ello fue lo normal, debiendo pasar siglos para que el respeto a la persona fuese aceptado integralmente, para lo cual, nuestra Iglesia cumplió un rol decisivo por medio de la evangelización de las costumbres, verificándose en el tiempo que del modo como Jesucristo fue más conocido y aceptada su enseñanza,  declinó el menosprecio de la persona humana.

Hoy la descristianización reinante de la sociedad hace que la persona sea menospreciada, que mientras se alzan los estandartes de “nunca más” constatamos que siempre hay más desprecio del hombre allí donde mayoritariamente se menosprecia a Dios y su Iglesia.

Con frecuencia un crimen atroz es noticia en nuestra Patria. Y uno queda impresionado de hasta dónde puede llegar la maldad humana. Recordemos que cuando aconteció lo de los psicópatas en Viña del Mar, deambulaba poca gente en las calles, las personas caminaban temerosas por semanas en la ciudad, el ambiente social estaba marcado por la penumbra,…y ello por unos crímenes en serie atroces….¿Qué sucede en un país donde la muerte del inocente se hace ley?…¿Qué no dejará de pasar allí donde una persona puede decidir respecto de la vida de otra?…Simplemente es aceptar la ley de la selva,  del más fuerte sobre el que es más débil….

En la actualidad una mujer puede gritar por su derecho a abortar,  pero el niño al interior del vientre materno no lo hace, no sale a las calles, no participa en las redes sociales…su grito es silencioso y las consecuencias de su muerte cruel sin duda no permanecerán mucho tiempo ocultas, y serán evidentes para toda la sociedad porque el mal moral que conlleva la muerte de inocentes trasciende generaciones mancillando hondamente el alma de la Patria.

Una ley injusta siempre hay que evitarla y si acaso existe, `porque los legisladores de turno la han aprobado,  es necesario hacer todo esfuerzo por derogarla luego, lo antes posible.  Su eventual aprobación más que deberse al ímpetu del espíritu de Babel se ha permitido por quienes un día estuvieron en el cenáculo y lo olvidaron.  

Con justa razón, para todo el mundo católico, que se ve azotado tan fuertemente por las ideologías de turno reinantes, resulta del todo incomprensible que haya parlamentarios que se reconozcan como católicos, y que siendo miembros de partidos de una supuesta inspiración cristiana,  aprueben leyes que se oponen en una realidad tan determinante  como es el respeto a la vida humana.


Ahora no se trata de personas que por venganza y cerrazón del corazón maltraten a otros en circunstancias históricas de violencia, sino que se propicia una acción que directamente apunta a quitar la vida a un inocente no nacido.

Se equivocan quienes argumentan desde el progresismo que vamos por una espiral de aceptación de correr cercas, las naciones sin aborto no son las últimas sino las primeras en oponerse al imperio del más fuerte sobre el más débil, del que cree poder decidor si uno puede nacer o debe morir antes. Caín decidió que su hermano Abel debía morir…David opto por provocar la muerte de Urías, hoy nuevos caines hacen preguntar: ¿Dónde está tu hermano, al que le has impedido nacer?

Ante Dios daremos cuenta de todo lo que hemos hecho…de lo que otros han hecho incentivados por lo que hemos permitido. Es audaz la actitud temeraria aún más de quien cree poder responder por sí y por los demás…la sangre de los inocentes clamará en el juicio final y ahí ya no importaran más las estadísticas…

A esta altura ya nadie duda de la relación causa efecto que han tenido las diversas reuniones realizadas en el pasado del Cairo (Septiembre de 1994) donde la ideología del género y el feminismo autónomo han colocado el tema del aborto como uno de sus principales objetivos desvinculando el ser femenino del don maravilloso de la maternidad, por medio de la cual la mujer es el futuro del mundo.

“Hay que excluir absolutamente, como vía licita para la regulación de los nacimientos, la interrupción directa del proceso generador ya iniciado, y sobre todo el aborto directamente querido y procurado, aunque sea por razones terapéuticas” (S.S. Pablo VI).

“El aborto directo, es decir, querido como fin o como medio, es siempre un desorden moral grave, en cuanto eliminación deliberada de un ser humano inocente” (S.S. Juan Pablo II).

“El aborto no puede ser un derecho humano, es totalmente opuesto. Es una gran herida en la sociedad” (S.S. Benedicto XVI).

“Una legislación que no protege la vida favorece una “cultura de la muerte” (S.S. Francisco).

PADRE JAIME HERRERA GONZÁLEZ / DIÓCESIS DE VALPARAÍSO / CHILE