domingo, 24 de diciembre de 2017

HOMILÍA SANTA MISA DE NOCHEBUENA / 24 DICIEMBRE 2017.

 “OMNE VERUM  A QUOCUMQUE DICATUR, A SPIRITU SANCTO EST”.



A horas de entrar en el Portal de Belén, quiero recordar un pequeño chiste que contó un amigo a miembros de la curia hace un tiempo durante una visita que hizo a la Santa Sede. Dos hijos de Israel, de nombre Efraín y Asael después de una vida de gran esfuerzo, luego de terminada la Segunda Guerra Mundial lograron viajar a conocer Europa, y entre los lugares visitados estaba El Vaticano. A la entrada del templo, Asael que era agricultor le dice, con ojos vidriosos y lleno de emoción  a Efraím: mira aquí está la papa…por fin hemos descubierto…aquí está la papa!  Efraín que era un gran profesor de universidad le dice en tono académico: “Efraín no se dice la papa, sino el Papa”. A lo cual su amigo insiste: ¡Aquí está la papa! Entre toda la muchedumbre, de gente que iba y venía, su amigo le dijo: “¿Por qué dices que está aquí si yo no lo veo?”...A lo que Efraín  responde: “Mira si estos comenzaron con un establo y después de dos mil años están aquí, aquí está la papa”.

Y debemos decir que así es: “aquí está la papa”, lo que para nosotros es una verdad evidente, una verdad incuestionable que se tiene como un don de Dios que es preciso implorar con insistencia.

Por ello, un creyente lejos de dejarse avasallar por la falta de amor a la verdad  en la vida actual, asume con valentía y convicción la misión encomendada por el Señor al momento de subir a los Cielos en el día de la Ascención: “Id al mundo entero…enseñando todo lo que yo les he enseñado” (San Marcos XVI, 15).

Los primeros misioneros que fueron los apóstoles recorrieron diversos lugares. No tuvieron la oportunidad de acudir a acabadas academias ni recibir grados  ni posgrados ni doctorados. A diferencia del primer mundo actual, sólo hablaban –quizás- una lengua, y no tuvieron clases de gramática para hilvanar sus escritos ni de lógica para argumentar ordenadamente, ni de estadística para programaciones y evaluaciones, ni de cálculo para poder llegar a fin de mes…Peso a todo, contra toda previsión humana se cumplió la promesa hecha por el Arcángel Gabriel a la Virgen el día de la Anunciación: “Para Dios nada es imposible”, por lo que todo es posible para aquel que se confía en Dios y sigue a Cristo: “El Camino, la verdad y la Vida” (San Juan XIV, 4).

Y recorrieron “mundos desconocidos” y culturas en las cuales el poder, el conocimiento, y el progreso eran profusamente idolatrados, con lo cual,  por medio de su testimonio de vida de creyentes convencidos fueron capaces de ser convincentes y doblegar la fuerza de un imperio entero donde el sol no parecía ponerse; a la vez que supieron hacer resonar su voz insertos en culturas donde la sabiduría hinchaba insospechadamente el alma de orgullo,  la soberbia del progresismo de alzar una sociedad sin Dios se rendía ante la evidencia de una vida donde se repetía en palabras y acciones la invitación hecha: “te basta mi gracia” (2 Corintios XII, 9).

Y fueron por todos los rumbos, encontrando respuestas generosas, suspicacias y dudas, desconfianzas y persecuciones, animosidad e incomprensión, lo cual no amaino su espíritu de ir tras la oveja perdida, tras aquellos que permanecían sumergidos por décadas en fantasías que prometían un nuevo mundo,  lo cual,  inevitablemente,   entrañaba un alma envejecida donde los recuerdos de épocas mejores superaba a los sueños de construir un mundo para Jesucristo.

Nada detuvo ese ímpetu. La fe se mostró en sus obras hasta el punto que los vecinos decían: “Miren cómo se tratan” (Hechos de los Apóstoles II, 47). Una fe virtuosamente contagiada y contagiosa que se expandió por el mundo entero entregando una nueva manera de vivir.

En caridad: Con perdón, generosidad e iniciativa, una lógica que desde el Sermón de las Bienaventuranzas suena a unos que es “locura” y a otros que es  “simple necedad (1 Corintios I, 18).

El mundo no puede comprender desde su “lógica” cómo Dios actúa porque no mira desde la fe, entonces esta cultura está llena de resentimientos, de venganzas, de individualismos que descartan de su entorno vital a los más necesitados, no sólo en el plano material sino en plano espiritual, moral y virtuoso. ¿Cómo encontrarán a Dios si nadie les habla? ¿Cómo dignificar a aquel que se subvalora ante el abajismo cultural que impera a su alrededor?

Recientemente el mundo ha dado primeras portadas a la desnutrición de un oso polar que infructuosamente buscaba alimento, pero ese mismo mundo progresista que rasga vestiduras por tales dramas de la fauna animal permanece indemne frente a las tragedias de la vida espiritual, relativizando lo que de suyo es eterno y esencial.

Impone con ello una verdadera dictadura que no ve más allá de sus narices, y no va más allá de lo que sus pasos le permiten dar, olvidando que “el hombre fue creado para: buscar a Dios, para encontrar a Dios y para vivir en  Dios” (San Alberto Hurtado).

La caridad brilla en esta Noche Buena porque Dios, que es amor ha nacido en medio nuestro, dando cumplimiento definitivo a las promesas hechas desde la antigüedad. ¡De una vez para siempre habló por medio de Él al mundo! Y esa voz es la que debemos descifrar para que el mundo entero pueda  reconocer a su Dios presente desde hace más de dos mil años.

Sin duda, la vivencia de la caridad hace presente el aroma del Cielo, y predispone buenamente a los creyentes a una mayor perfección y a quienes están llamados a creer les abre la oportunidad de un cuestionamiento en torno a sus humanas seguridades, poderes y placeres. Surge la interrogante desde la Buena Noticia que nos ha nacido: “¿De qué le sirve al mundo ganar el mundo entero si pierde su alma?” (San Mateo XVI, 26).

La indigencia y fragilidad de un recién nacido hoy es capaz de cuestionar los poderes del mundo, y de cautivar la sabiduría de pastores y reyes, cercanos y lejanos, de nuestro hogar y fuera de él. El universo, expectante de su venida, ahora canta de gozo ante su presencia pues “una gran alegría nos ha nacido”.

La caridad verdadera es contagiosa, visible, procura actuar no para ser reconocida sino para hacer partícipe de la bendición de Dios que,  como brisa que sobreviene, lo impregna todo suavemente, no irrumpiendo con la estridencia  del orgullo ni con la sagacidad de aquel que oculta segundas intenciones en velada mentira. Es que al demonio siempre le gusta o el ambiente del ruido y o el del ocultismo, que es enemigo de puertas abiertas.

¡Abramos las puertas del corazón al Redentor del Mundo! Exhortaba en su Misa inaugural el recordado Papa Juan Pablo II. ¡No teman, abran las puertas!

En verdad: Con certezas, con doctrina segura y común enseñada por los apóstoles y sus legítimos sucesores, y firmeza en la humilde exposición, de toda verdad cuya fuerza, finalmente radica en que… es verdad.

El mundo de hoy se coloca nervioso ante el tema de la verdad. En muchos aspectos podemos decir que estamos frente al intento de la eliminación de la verdad por medio de la predicación del relativismo. Resulta curioso que la única verdad inmutable para algunos es que la verdad no existe.

Uno de los signos evidentes de una desacralización, nacida “puertas adentro” y fomentada “puertas afuera”, es la denominada “cultura del feísmo”, en la cual,  se mezclan lo grotesco, lo violento, y lo impuro. Lejos de cualquier mayor análisis, podemos afirmar que debemos estar entre las naciones donde el leguaje está cruzado por el uso frecuente del garabato; a pesar de lo mucho que se ha tratado del bulling y de la frecuente condena a los abusos de menores, este año aumentó en Chile el 20% el número de niños maltratados por sus pares;  el fomento de un ambiente sexista y libertino cuya condena suele ser motejada por la prensa liberal de “cartucha”, ha ocasionado el mayor fracaso de una política pública de salud al prescindir del compromiso fiel y exclusivo, del espíritu de sacrificio, del fortalecimiento de la voluntad, de la virtud de la castidad y pureza, todo lo cual,  marca el camino para frenar una pandemia que ha crecido un 34% este año siendo el país con mayor aumento en toda América, y cuyas consecuencias, por ejemplo,  económicas,  son realmente desastrosas. ¡Qué decir a nivel espiritual, social y moral!

El abajismo impuesto por la ideología progresista disemina el feísmo y mutila de verdadera creatividad cegando los ojos del cuerpo y del alma hacia aquella capacidad de descubrir “la belleza que es el esplendor de la verdad” (Santo Tomás de Aquino). Un alma ensimismada no es capaz de abrirse hacia lo que trae la paz, el bien, la verdad, la belleza y por cierto,  será monotemática, será un arte de blancos y negros.

En esperanza: Con la confianza que Dios no camina para atrás en sus decisiones, esperamos a Aquel que siempre cumple…lo que dice lo hace. ¡Qué diferente suele ser nuestro obrar!

Si algo caracteriza la esencia de una vida “al modo católico” es que vive en esperanza porque sabe que las promesas de Dios se cumplen, porque sabe que el bien es difusivo y por tanto, el Reino de Cristo ya iniciado no puede sino llegar a su plenitud en el tiempo establecido por el mismo Dios, por lo que realmente vivimos expectantes por los tiempos no sólo mejores sino plenos que vendrán.


Es una esperanza que va más allá de los buenos propósitos, de las buenas intenciones y de los simples entusiasmos. ¿La razón? Porque Cristo es la esperanza, que: “vino” (Belén),  “viene” (Eucaristía),  y “vendrá” (Parusía).

Hermanos: Los tiempos que vivimos son desafiantes para la fe. Y un católico nunca se deja avasallar por la oscuridad de una noche puesto que,   sabe que sobreviene pronto una alborada, un nuevo amanecer, para lo cual debe estar preparado en todo momento.
La esperanza invita a vivir la fe,  con convicción, en certeza, invitando a quienes están a nuestro alrededor por medio de un apostolado proactivo, que busque con afán la conversión de un mundo “cara a Dios”, subiendo que, en ocasiones,  “quien dice verdades pierde amistades” (Santo Tomás de Aquino), lo cual incluye el precio de la ingratitud, del menosprecio, de la exclusión, y en más de una oportunidad, el camino del martirio ofrecido y asumido.

A los pies de Jesús, recién nacido, una vez más estamos contemplando sobrecogidos el día que el Cielo bajó a la tierra y la tierra subió al Cielo…asumiendo que la verdad del amor es el amor a aquella verdad que nos colma de una sólida esperanza, aun cuando en esta Noche Santa un miembro de nuestra familia, o una amistad cercana ya mire el rostro de Cristo desde lo alto del Cielo; o alguno lo haga desde su lecho de enfermo acompañado por el silencio de tanto sufrimiento e incertidumbre; o se encuentre recluido a causa del exceso de una violencia, un vicio o un mal hábito adquirido  que la ley exige reparar; o quizás, de quien como el hijo pródigo se fue a un lugar lejano, y aun tarda en regresar al hogar.

La señal que Dios nos da esta Noche, es la misma que descubrieron los humildes pastores de Belén y los sabios provenientes del Oriente: “Verán un Niño envuelto en pañales” (San Lucas II, 11). Ellos vieron y creyeron, este es el mismo itinerario que nos  invita a seguir el Señor en este día, con la certeza que no somos mendigos de esperanzas, no somos mendigos de verdades, no somos mendigos de amores, porque hoy nos ha sido dado por medio de una Virgen Madre.  “El Mesías, el Señor”. ¡Que Viva Cristo Rey!