viernes, 19 de diciembre de 2014

Una Comunidad que camina hacia Belén

                                                 



  HOMILÍA  LITURGIA  NAVIDAD  SAINT  PETER’S  SCHOOL  2014.
La tradicional Novena al Niño Dios que celebramos en nuestros templos y colegios, tuene su origen en cómo la piedad popular ha leído la vida litúrgica de nuestra Iglesia con la fidelidad de su participación. Por cierto, sabemos que el amor crece amando, la oración, rezando,  y la piedad se fortalece siendo piadosos.
Así, desde el Siglo VII al interior de los conventos se comenzó a rezar las denominadas “Antífonas de Adviento”, usadas en el Breviario en el rezo de vísperas de los últimos días antes de Nochebuena. También, se les llama las “antífonas Oh” porque así comienza cada una de las siete que son.
Cada una nos entrega una denominación de los atributos de Jesús: Sabiduría, Adonai, Raíz de Jesé, Llave de David; Amanecer, Rey de las Naciones, Dios con nosotros. Si tomamos cada palabra en la legua latina y leemos d manera invertida se junta el acróstico de “Ero Cras” que significa: “Mañana vendré” lo cual nos hace ver que por medio de estas jaculatorias en honor a los nombres de Jesús no sólo crecemos en preparación sino que nos acercan gradualmente al misterio de la Natividad de Aquel que fue anunciado y ahora es reconocido. (O Sapientia; O Adonai; O Radix Jesse; O Clavis David; O Oriens; O Rex Gentium; O Emmanuel).
kSigamos esta meditación recitando en nuestra alma cada una de las antífonas:
1.      “Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín; y ordenándolo todo con firmeza y suavidad: ven y muéstranos el camino de la salvación”.
La Sabiduría es un don que con el tiempo se aprecia y calibra debidamente. Cuando somos niños y jóvenes, pensamos que la sabiduría es fruto de la experiencia, y que se posee solo por un tiempo transcurrido. Mas, el contacto con las personas nos enseña que la sabiduría se puede poseer tempranamente, como lo constatamos en la vida de tantos niños que han sido elevados a los altares como santos y beatos como de aquellos cuyas virtudes han alcanzado una plenitud de heroísmo.
Siempre me llama la atención y no deja de conmoverme la piedad con la que los niños rezan. Lo hacen con tal seguridad, que les basta decir: “ya se lo pedí a Dios”…”ya recé”, para quedar totalmente en paz y felices. ¿De dónde surge esa convicción? ¿Cuál es el origen de la paz interior que anida en la pureza del alma infantil? De aquella confianza que Jesús avaló en los más pequeños, y que les hacia poseedores de una sabiduría notable: “Si no os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los Cielos”.

2.      “Oh Adonai, Pastor de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés en la zarza ardiente, y en el Sinaí le diste tu ley: ven a librarnos con el poder de tu brazo”.
En la antigüedad era tan respetado el santo nombre de Dios que se recurría a otras denominaciones, que destacaban los distintos atributos divinos. El Señorío de Dios se revela como un Buen Pastor que camina junto a su rebaño: no se adelanta ni se retrasa, ni va por el costado, está en medio de ellos. Muchas imágenes del medievo católico nos muestran cómo prodigiosamente la figura del recién nacido ilumina cada uno de los rostros y realidades de aquella gruta ubicada en las afueras de Belén. Nada escapa a su luz, como nada queda al margen de la mirada de Dios y de su cuidado providencial. Esto nos lleva a entender que,  en toda labor educativa que emprendemos, no se sirve a un aspecto de la vida de los niños y jóvenes,  sino que se apunta a su formación integral, la cual involucra, desde ya y sobre todo,  la necesaria dimensión trascendente y espiritual. Los valores, la vida espiritual, y los principios morales forman parte de Jesús, el Buen Pastor de nuestras almas, en esta Noche Santa que viene.
3.      “Oh Renuevo de Jessé, que alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio imploran las naciones: ven a liberarnos, no tardes más”.
El renuevo, es un brote pequeño que sale desde un tronco principal. En él esta como condensado misteriosamente el germen de una vida nueva. Ver luego de un otoño e invierno crudo cómo surgen los brotes de los árboles que parecían secos llena de esperanza al agricultor de nuestros campos. De manera semejante, nos llenamos de esperanza cristiana al participar del nacimiento de Jesús, que nos trae la salvación del mundo. A lo largo de la vida y de un año, cuyo fin se avecina, no faltan inviernos que hacen pensar, por su crudeza que todo está acabado y nada puede cambiar. La venida de cristo al mundo nos recuerda que Dios, por medio de su Hijo Unigénito puede hacer siempre nuevas todas las cosas, por estériles que hayan sido los resultados. Recordemos: ¡Dios tiene en todo la última palabra! Y para El no existe lo imposible, por ello, el Brote de Jesé hace enmudecer las sequedades espirituales que esterilizan a quien perdido la esperanza.
4.      “Oh Llave de David y cetro de la casa de Israel; que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ven y libera a los cautivos que viven en tinieblas y en sombra de muerte”
La llave nos sirve para asegurar y para acceder a un lugar determinado. Si quiero evitar que entren delincuentes a mi hogar coloco llave; si deseo ingresar a mi hogar, donde encuentro a mi familia, utilizo una llave. Jesús es la llave que nos conduce a su Padre y nos permite, que debidamente arrepentidos de nuestros pecados, podamos entrar al Reino de Dios de una vez para siempre. Ahora bien, ese Niño Santo que nacerá nos invita a contemplar el misterio insondable de su presencia haciendo una plegaria llena de confianza y de perseverancia. La oración es fundamental para crecer interiormente, por esto ha sido definida por San Agustín de Hipona como “la llave de Cielo”, que abre las compuertas de la gracia de Dios y nos asegura el auxilio eficaz de la bendición de Dios, que siempre llega más lejos de lo que hemos implorado.
5.      “Oh Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eterna, Sol de justicia: ven ahora a iluminar a los que viven en tinieblas y en sobra de muerte”.
Quienes vivimos en esta hermosa ciudad de Viña del Mar y Valparaíso valoramos de manera especial el atardecer. ¿Quién no se ha detenido unos momentos a mirar el horizonte al caer el día? Pues bien, cuando el sol parece caer en horizonte, pensamos cómo el cielo y la tierra se unen, y es algo hermoso, que sirve de inspiración a artistas y enamorados. Un santo contemporáneo decía que “donde realmente el cielo y la tierra se unen es en el momento donde Cristo viene al mundo”. En efecto, esta Navidad nos hace recordar que Dios se acerca a nosotros, no como una visita pasajera sino como el huésped permanente de toda nuestra existencia. Así, desde nuestra costina ciudad, la bondad de Dios nos permite ver salir el Sol desde lo alto de nuestra Cordillera por el Oriente, para luego descansar por el Poniente. Percibimos con ello que es como el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega, “Jesucristo, ayer, hoy y siempre” (Hebreos XIII, 8)
6.      “Oh Rey de las naciones y deseado de los pueblos, piedra angular de la Iglesia, que haces de dos pueblos uno solo: vez y salva al hombre que formaste del barro de la tierra”.
La realeza de nuestro Señor la hemos celebrado para culminar el año litúrgico. Entonces, si reina, ha de reinar en todo, no segregando partes de nuestra alma, de nuestra sociedad, de nuestro mundo en el cual su presencia, su enseñanza, sus mandamientos dejen de implorar debidamente. Cuando reconocemos que sólo Él tiene palabras de Vida Eterna estamos afirmando que ha de reinar en todos y en todo. El reconocimiento de su realeza emerge de la certeza que no hay mayor bien para uno y todos que tener a Dios en nuestras vidas, como inicio, camino y término de todo anhelo, de toda acción y de todo plan de vida que podamos tener.
7.      “Oh Emmanuel, rey y legislador nuestro, esperanza de las naciones y salvador de los pueblos: ven a salvarnos, Señor Dios nuestro”.
La última antífona, no ocupa este lugar porque sea menos importante sino porque corona al resto de las denominaciones. En efecto, el Arcángel Gabriel dice a la Virgen que  será la Madre del Mesías, y entonces: “el Verbo se hizo carne y habito en medio nuestro” (San Juan I,14), por lo que el nombre anunciado desde la antigüedad tiene plena realidad cuando Cristo nace en Belén y reconocido por sus padres, pastores y reyes: ¡Emmanuel! ¡El Dios con nosotros! Por ello, podemos vivir estos días sabiendo que si Dios está con nosotros, ¿Quién estará contra nosotros? Oremos porque estas hermosas denominaciones que nos entrega la Sagrada Liturgia de Adviento calen en nuestra mirada hacia la Gruta de Belén para que,  junto al Niño Dios,  nazcamos a una vida nueva en Cristo, compartiendo con quienes están a nuestro lado,  a Aquel que se ha puesto de nuestro lado para siempre.



CAPELLAN  JAIME HERRERA GONZALEZ, SAINT PETER’S SCHOOL VIÑA DEL MAR