MISA CENTENARIO SAINT PETER’S SCHOOL
JUNIO 2018
Nuestra primera mirada se
encamina a dar gracias a Dios por habernos permitido llegar a celebrar esta
Misa de Acción de Gracias por los primeros cien años de nuestro Colegio. Sin
duda es un momento de bendición de Dios, que pasa en medio nuestro en una fecha
y momento histórico tan significativo. Hoy recordamos que no estaríamos aquí si
previamente otros no hubiesen puesto el fundamento para poder hacerlo:
clérigos, directores, maestros, administrativos, auxiliares, padres de familia,
y alumnos. Cada uno, en época diversa colocó ladrillo a ladrillo lo que hoy es nuestro Colegio, por lo que no
podría comprenderse el presente sin mirar todo su pasado y quienes formaron
parte de él.
El don recibido implica
una tarea…una misión, por esto, más que
quedarnos embelesados en cumplir una meta, apoyados en la gracia, asumimos el
compromiso del tiempo que viene como una oportunidad para fructificar los
dones, las gracias y los talentos que el Señor no ha dejado de colocar en medio
nuestro.
Nuestro lema
institucional, sacado de los textos de Virgilio “Labor onmia vincit” dice relación con el valor del trabajo humano
que forma parte del designio divino dado al momento de crear al hombre y la mujer. Ciertos
de ser un compendio del mundo espiritual y del mundo material, originalmente,
experimentamos la debilidad de la naturaleza herida por el pecado original, con
lo cual descubrimos que el trabajo es un camino de perfección, que ha de hacerse
como huella de salvación y santidad, donde Dios no ha dudado en depositar su
confianza en la creatura salida de sus manos para completar su obra creadora
por medio del trabajo humano, uno de
cuyos pilares es el mundo del estudio, la educación y la formación integral.
La frase latina completa
es: “labor omnia vincit improbus”, es
decir “el trabajo constante vence todas
las dificultades”. Esto último no deja de tener importancia, particularmente
en este tiempo donde la barca de la Iglesia y de la sociedad en general se ven fuertemente
zarandeadas por vicisitudes internas y externas, que permiten sacar las mayores
virtudes y sacrificios, no exentas de miserias y debilidades ´por las que
siempre es necesario reconocer e implorar perdón.
La Biblia nos recuerda
que al comienzo de la vida humana en el mundo, hubo dos hermanos Caín y Abel
que ofrecían a Dios el fruto de sus trabajos…uno daba lo que encontraba en el
suelo –las sobras- aplicando la “ley del mínimo
esfuerzo”, en tanto que el otro hermano –Abel- entregaba las primicias de
los frutos, es decir lo primero y mejor para Dios. Esto fue motivo de envidia
de un hermano hacia otro que finalmente le llevó a eliminar y esconder a su
hermano quien al verse interpelado por Dios, altaneramente le respondió: “¿Qué tengo que ver yo con mi hermano? ¿Por
qué debo preocuparme de él?”
Insertos en una cultura
individualista, donde se suele vivir de modo autoreferente, estamos llamados a
dar lo mejor nuestro en cada actividad, recordando que el Señor Jesús de modo
personal nos pregunta hoy: “¿Qué dice la
gente sobre mí?”. Para unos no es
tema, no existe; para otros es una persona del pasado, que como todo lo añoso
es asumido como algo obsoleto sin mayor incidencia en la vida práctica; unos dicen
que rememora a un profeta como Juan Bautista, Jeremías, Isaías...En
cualquier caso, Jesús es visto como un reformador social, un líder temporal que
se opone a lo establecido.
Desde la galería de un
estadio son innumerables las cosas que se pueden gritar; porque uno es un
simple espectador de un acto que otro realiza, por esto, no cuesta hablar, no cuesta decir lo que otros dicen respecto de otro. Los Apóstoles fueron locuaces al
hablar en tercera persona, y eso Jesús lo sabía.
De inmediato, mientras se
atropellaban en hablar vino una pregunta definitiva: “Ustedes, ¿Quién dicen que soy Yo?” (San Mateo XVI,
15-17).
¡Como agua fría les cayó la nueva
pregunta! Puesto que ahora les obliga a
dar respuesta en primera persona sobre el lugar que ocupa en el corazón de cada
uno de ellos. ¡La fe no es resultado de una encuesta es una gracia que Dios
gratuitamente nos da!
Surge la voz de uno de
ellos. Era –Pedro- al que Jesús le promete asistirlo permanentemente
constituyéndolo como fundamento de la fe ante sus hermanos: “Tu eres Pedro, y el poder del mal nunca
prevalecerá sobre ti” (San Mateo XVI, 18).
Por eso, estaba llamado a “confirmarlos e la fe” (San Lucas XXII, 32)
con sus palabras y
enseñanzas, en tiempos de bonanza y de sequía; le aceptación y rechazo;
sabiendo que ese testimonio fundamenta su certeza en Dios que no engaña ni
puede ser engañado nunca, y que espera siempre el regreso de quien ha marchado
hacia un lugar lejano. Nunca es demasiado tarde para convertirse, porque el
hombre puede cansarse de buscar pero ¡Dios jamás se cansa de recibirnos!
El Colegio se fundó en
circunstancias humanamente adversas. En efecto, en medio de la Primera Guerra Mundial,
en momentos de incertidumbre que darían paso a horas de gran angustia, dolor, y
división. Por esto, meritoriamente el
despegue del Colegio pudo apoyarse en las fuerzas dadas por el Señor, lo cual
lejos de oponerse al esfuerzo humano, lo
termina elevando y perfeccionando. De tal manera que nada obtenemos que Dios no
lo permita y hemos de procurar trabajar como si todo dependiera de nosotros
sabiendo que –finalmente- todo depende de Dios. Al inicio, durante y fin de todo
acto meritorio está la mano de Dios que crea, acompaña y premia a todo aquel
que procura serle fiel.
A quienes Dios ha unido
con Él quiere unidos entre sí. El sistema formativo actual suele valorar una
creciente integración lo que permite el estudio en grupo, hay juntas de estudio,
lo cual es un desafío que permite a todos ejercitar la obra de misericordia:
“enseñare al que no sabe”, “corregir al que está equivocado” aplicando la
corrección fraterna también en el mundo escolar. Nadie sabe demasiado para que no deba aprender de otros y con otros.
Nuestro Colegio desde su
fundación tuvo en su insignia las imágenes de la Cruz de Jerusalén y las llaves
cruzadas que representan el poder dado por Jesús a San Pedro simbolizando la
misión temporal y espiritual al decirle: “lo
que ates en la tierra quedará atado en el cielo, lo que desates en la tierra
quedará desatado en el cielo”. Cien generaciones han llevado con orgullo el
estandarte de la cruz en su uniforme en épocas muy variadas, en ocasiones no
exentas de sacrificio como diecisiete de ellos que no dudaron en dar su propia
vida en medio de la Segunda Guerra
Mundial. ¡Héroes que asumieron la mayor dimensión del Evangelio, puesto que “nadie tiene amor más grande que el que da
la vida por los suyos” (San Juan XV, 13).
¿Cómo era la formación
hace un siglo? Otra literatura, otros métodos, otros horarios, otras
indumentarias, con el común denominador de la fe puesta en Cristo. En cien años
más el 2118…otros libros se leerán, otros métodos de enseñanza habrá; otros
horarios; otros uniformes, pero allí donde un alumno del Saint Peter’s se encuentre habrá la misma respuesta nacida
desde el alma que diga : “Aquí estoy
Señor para hacer tu voluntad” (Salmo XL, 8-9) ¡Que
Viva Cristo Rey!