miércoles, 18 de noviembre de 2020

 

TEMA  :  “TALENTOS DE DIOS EN NUESTRO TIEMPO”.

FECHA: HOMILÍA DOMINGO XXXIII° TIEMPO COMÚN AÑO 2020

El actual obispo de Roma ha enviado una hermosa carta al Obispo de Punta Arenas, con motivo de la conmemoración de los 500 años de la Primera Msa en Chile. Sin duda, un acontecimiento de real magnitud que para los creyentes marca un antes y después en la vida de esta Patria que nace a los pies de una cruz y al sonido de la recitación de las oraciones de la Santa Misa. Hoy como ayer, en la voz de nuestra Iglesia, celebramos la Eucaristía en el Rito Extraordinario al que Su Santidad Benedicto XVI nos invitó a descubrir hace unos años atrás, y que desde hace una década celebramos ininterrumpidamente en nuestra Sede Parroquial, erigiéndonos actualmente como la única comunidad parroquial de la Diócesis donde cobijamos de modo ininterrumpido el don inestimable de la denominada “Misa en Latín”, lo cual,  evidentemente entraña una gran responsabilidad y misión.



La evidente carencia de una debida y deseable comprensión lectora en las noveles generación nos hace intuir lo que ya se presenta como parte del presente: ser incapaz de pensar por si mismo y razonar, refugiando todo pensamiento racional y discursivo en la mera repetición de lo que los medios de (des) información y de (in) comunicación anuncian.

La docilidad de la cultura actual ante los dictámenes de tales medios resulta repulsiva para cualquier fiel que medianamente reconozca su condición católica: Para muchos lo que dice la Santa Biblia, lo que leemos en el Orden Natural inscrito por Dios, lo que dictamina el sano Sensus Fidelium del verdadero Pueblo (santo) de Dios, lo que unánimemente enseñan los santos y mártires  por medio de sus  vidas, parece desplomarse ante aquella reverencia instantánea con la que se asumen como verdad lo leído superficialmente en las redes sociales y en la prensa masiva.

Parece que para el “catolicismo del libertinaje” resulta más convincente el mundo y sus dictámenes que los de Dios. Eso “otro” elegido por Adán y Eva, ese “otro” que clamaron en el litóstropos de Jerusalén en Viernes Santo, se renueva hoy en medio nuestro: Respecto de nuestra confianza….¿Es mayor a Dios o es mayor a la prensa e Internet? En ocasiones parece que prestamos más diligencia, atención, y seguridad a una página de internet, a una encuesta de las redes sociales, que a lo que el Señor nos refiere en la oración. Simple: ¿Cuánto tiempo de dicamos a uno y lo otro? Esa es la respuesta…

La presencia de Satanás hoy en el mundo aparentemente es de bajo perfil más ello no significa que sea de poca incidencia, toda vez que,  es evidente el debilitamiento de la vida de fe al interior del mundo católico, el cual, no dice relación tanto como los que se incorporan bautismalmente –número de sube por cierto- cuanto permean todas sus acciones, pensamientos y proyectos desde la lógica de Dios, procurando cumplir lo más fielmente su voluntad. ¡Si lo quiere Dios, lo quiero yo! Una vez más el problema no es la cantidad sino la cualidad.

La obra de Dios ha querido que la vida del mundo dependa como una sinfonía lo hace de cada nota o sonido, del talento recibido por gracia: una nota que se reste de la sinfonía produce una merma que se percibe como una grave desafinación.

De modo similar,  acontece si uno sólo oculta sus talentos por falsos temores, respetos humanos, cobardías, estrategias autónomas, pactos con lo que objetivamente encierra males, hace que se vea afectada toda la vida de la Iglesia. Nada de lo que hagamos bien o mal, o dejemos de hacer, dejara de tener eco en la vida de los que están a nuestro alrededor y forman parte de los “prójimos” a los que el Señor ha puesto en nuestro camino para evangelizar hoy.

El Santo  Evangelio nos dice que el dueño del campo entregó –por libre iniciativa- cinco,  dos y,  un talento a cada uno de sus trabajadores, lo que es una cifra generosa que permite vivir ordenadamente. Recordemos que en tiempo de Jesús el talento no era una capacidad sino una medida cuyo valor actual indicaría unos tres millones de pesos. Por lo que en lenguaje económico: tres, seis y quince.

Como no sabemos cuánto tiempo trascurrió hasta el regreso del dueño del  campo, podemos suponer que esa cifra serviría para gestionar un “emprendimiento” que produciría no sólo para la supervivencia del que lo recibió sino para devolver a quien se lo entregó. No cuesta imaginar que si vamos por la calle y damos cifras similares a tres personas distintas habrá unos que lo aprovecharán y otros que lo derrocharán.

a). El Señor toma la iniciativa: Nada y nadie lo obliga a entregar parte de lo suyo, sino que con plena libertad atendiendo las capacidades y necesidades de cada uno, coloca en sus manos diversos talentos (bienes) con el fin que los administren adecuadamente.

b). No entrega indicaciones a ninguno: Porque ha querido confiar en cada uno de sus siervos evitando un seguimiento inmaduro e infecundo. En efecto, recordando las palabras de San Agustín de Hipona: “Aquel que te creó sin ti, no te salvará sin ti”, asumimos que coloca dichos talentos al libre arbitrio de cada  uno porque “confía” en su buen desempeño, esperando de cada uno sólo  en la medida de los bienes que le ha confiado. Como conoce las capacidades y disposiciones de cada uno “espera” que la respuesta provenga oportunamente en la medida de lo que se les ha confiado.

El hecho de carecer de un manual de uso, antaño dicho como un “Manual de cortapalos”. (Éste era el manual organizacional que dio origen el año 1908  donde se incluía las obligaciones y derechos de los scouts), implica que uno asume la confianza depositada como una seria responsabilidad, donde cada uno está llamado a aplicar de manera generosa y oportuna  aquellas capacidades que hagan multiplicar cada uno de los dones recibidos.

c). Todo don recibido tiene un beneficio a la comunidad: La repetida frase que “nadie se salva solo” conlleva a la vez,  que debemos procurar salvarnos con otros, lo que exige necesariamente un apostolado de iniciativa no de respuesta, de acción no de reacción, de delantera no de defensa. Tal como lo vivieron los Apósteles que fueron por el mundo entero predicando el don de una fe recibida: San Pedro crucificado boca abajo en una cruz en Roma; San Andrés murió dejado en una cruz en Patras, ciudad en Grecia, San Juan Evangelista murió en la Isla de Patmos; Santiago el Mayor murió en Jerusalén degollado por Herodes (Hechos XII, 1-2); San Bartolomé  fue desollado vivo en Israel; San Tomás murió en la India; San Mateo murió lapidado en la ciudad de Nadabao en Etiopía; Santiago el Menor murió crucificado en Egipto; San Judas Tadeo murió lacerado (flechas) en Armenia; San Simón  murió crucificado en Inglaterra; Marcos murió arrastrado por carro en Alejandría, San Felipe murió  por azotes en Asia Menor.



Para cada uno de ellos ser fieles a lo dicho por Jesús constituyó el horizonte de sus prioridades, por lo que ningún respeto humano, les hizo modificar lo que Jesús les enseñó y lo que llevaban en su mente y corazón. ¡Morir antes que renegar! Prueba de ello es que todos fueron martirizados en lugares muy diversos, porque en cada uno de esos lugares buscaron convertir a quienes no conocían aun a Jesucristo. No enterraron su fe como lo hizo aquel temeroso y negligente siervo que recibió solo un talento. Ni él lo uso ni sirvió en beneficio de otros: se limitó sepultar los bienes recibidos, recibiendo un grave castigo.

d). El siervo que recibió cinco talentos actúa de inmediato: Esto le redundó en un beneficio inmediato, porque aquello que nace bien, culmina mejor, por lo que el hecho de asumir que aquellas gracias recibidas vienen de Dios, dispone de inmediato al obrar bien aunque ello no esté de moda: el mal aunque todo lo hagan sigue siendo malo; el bien aunque nadie lo haga sigue siendo bueno.

Lo bueno cuanto antes mejor: Parte del refranero popular nos recuerda que, sin detenernos en otra consideración que la confianza depositada en nosotros hemos de emprender la misión encomendada por el Señor, tal como el primero de los siervos de “inmediato” se puso manos a la obra. La innecesaria dilación implica una falta de consideración hacia quien nos ha invitado a compartir su obra, no como un desconocido sino como quien es parte de su vida misma. Realmente, somos “colaboradores de Dios”, por esto, nuestro apostolado requiere de diligencia.

Quien recibió un talento sólo optó por detenerse en innumerables consideraciones: exigencias, problemas, tiempo, organizaciones, protocolos, y recursos, todo lo cual,  nos hace  descubrir que cuando uno no se apoya en el Señor Jesús, lo más insignificante se presentará como insalvable y lo más secundario se alzará como una urgencia casi enfermiza. Cuando el señorío de Dios se trivializa entonces cualquier cosa se alzará como opción, corroborando lo anunciado por San Juan María Vianey, Patrono del Clero: “Quitadle a Dios a los pueblos y terminarán adorando a las bestias”. Nos preguntamos: ¿No es esto lo que pasa en el mundo actual? Sin duda, añadiremos que nuestra Iglesia no está al margen de ello, por el contrario, tiene gran responsabilidad en lo que pasa.

Consideremos que una empresa tiene un producto para ofrecer, para ello, cuenta con que uno de cada seis vecinos lo consumen. Cualquier publicista y encargado de marketing estaría feliz de partir de una base tan potente, más reconociendo que toda analogía aplicada respecto de las cosas de Dios y su obra siempre son insuficientes, no podríamos siquiera decir respecto del anhelo porque el apostolado en nuestra Iglesia católica considerase que cada creyente asumiera ir en la búsqueda de los que aún no conocen a Cristo, y de cuantos habiéndolo conocido, reniegan obstinadamente de Él. La Evangelización exige que la “cerca” que separa a creyentes y a quienes están llamado a serlo, se mueva para que los incrédulos sean creyentes y no los creyentes se transformen en incrédulos, tal como acontece en no pocos ambientes de antigua raigambre católica.

La tentación de evitar riesgos y hacer el más mínimo esfuerzo por lograr que el talento produzca frutos nace de una falta de fe, de no considerar la gratuidad y la libertad puesta en nuestras manos por medio de los talentos recibidos. La gracia empleada fructifica, en cambio, la gracia enterrada es siempre estéril.

El ejemplo  de diligencia efectiva lo leemos en el episodio de la Visitación de nuestra Madre Santísima a su prima Isabel de Ain Karim, toda vez que tan pronto asumió su realidad de ser llena de gracia y portadora en su vientre del autor de toda gracia, no vaciló ni urdió más razón para emprender el viaje desde su hogar hacia el de aquella que llevaba seis meses de embarazo y “era considerada como estéril”.

Esa prontitud que destaca el evangelista San Lucas no respondió a un entusiasmo fugaz ni tampoco dice relación a un sentimiento que como la hierba un día aparece y otro día ya no está. Sin duda, uno de los mayores desafíos que entraña la vida espiritual en nuestra Patria es fortalecer la voluntad por medio de la docilidad a la gracia, cuyos canales más fructíferos son procurar permanecer en estado de gracia, comulgar lo más frecuentemente que sea posible, confesarse con regularidad, tener devoción al Sagrado Corazón de Jesús por medio de la práctica de los Primeros Viernes de Mes, la manifestación de amor hacia nuestra Madre del Cielo. Siempre tengamos presente que tanto la voluntad como la conciencia se forman a los pies del Señor.

En efecto, si tenemos tales “remedios” ¿qué enfermedad nos puede avasallar? Aún más, la diligencia en responder al amor de Dios nos permite multiplicar las gracias y ser “eficaces” en virtud de los méritos del Señor, lo que lejos de llenar al alma de insano amor propio nos  permite ser agradecidos de la bondad de Señor que nunca defrauda y siempre satisface.

Imploremos a Nuestra Madre Santísima, para tener a lo largo de esta semana la diligencia de quien se puso “manos a la obra” al recibir los cinco talentos como garantía de la predilección, cercanía y confianza que Dios tiene en cada uno de nosotros.

¡Que Viva Cristo Rey!