HOMILIA PRIMERA COMUNIÓN SAINT
PETER’S DICIEMBRE 2015.
Cercanos a celebrar la
Solemnidad de la Inmaculada Concepción, nos reunimos en este tradicional templo
para participar en la Santa Misa donde un grupo de alumnos del Colegio Saint Peter’s
recibirá a Jesús sacramentado por primera vez.
Numerosas e ininterrumpidas
generaciones de alumnos del Colegio han recibido a Jesús Sacramentado en este
lugar sagrado, las últimas seis décadas.
Vuestra entusiasta presencia hoy, confirma y acrecienta el espíritu confesional
del estableciendo, reconocido como Colegio de Iglesia desde 1993, y que está
cercano a cumplir, en sólo tres años más,
un siglo de existencia. Esto, nos hace considerar que –Dios mediante- formarán
parte de la generación centenario, lo cual implica, a la vez, bendiciones y responsabilidades
Es
un día lleno de fe, lleno de alegría, y
de esperanza sustentada en la presencia del Señor que viene en su alma y cuerpo
cada vez que comulgamos. Verdaderamente como enseñó el apóstol San Pablo “comemos y bebemos el precio de nuestra redención”. Nada más noble que
podamos recibir, nada más edificante
en que podamos apoyarnos, y nada más
verdadero que nos pueda iluminar.
Jesús es el Camino, la verdad y la vida,
para nosotros y para la sociedad.
a).
Jesús es el Camino: A la edad de ustedes –queridos
alumnos- el salir a caminar entraña –esencialmente- la dimensión de aventura.
De ir en busca de lo que nadie ha descubierto, que es capaz de sorpréndenos por
la belleza del paisaje, y que por cierto, encierra un dejo de misterio, es decir, que excede nuestra
capacidad de recorrer todo sendero, quedando algo por descubrir, y por lo
tanto, invitándonos a regresar.
El “camino” fue uno de los nombres que Jesús refirió a si mismo. ¿Por
qué lo hizo? A lo largo de su vida el hombre experimenta una realidad en
cualquier parte del mundo donde viva. Percibe que su vida es transitoria: a
este mundo vendremos, en este mundo estaremos y de este mundo partiremos, todo
lo cual implica como el “seguimiento” de un camino.
Pero –también- existe
la “peregrinación” donde muchos acuden a un lugar determinado con el fin de venerar
la presencia de Dios, tal como acontece en el Santuario de Nuestra Señora de Lo
Vásquez cada ocho de diciembre –en tres días más- o en el Santuario de Santa
Teresa de Los Andes, al que concurren diariamente muchísimas personas para
encomendarse a su protección. Notable testimonio de una religiosa de clausura
que es capaz de mover la fe de tantos hacia su casa en los faldeos de Los Andes,
lugar que ha sido descrito como la capital religiosa de Chile (Cardenal
Ángelo Sodano).
El corazón de aquella
joven cobijó la certeza desde pequeña de
seguir el camino trazado por el Señor para su vida, lo que le permitió llevar
una vida “normal”, entendida como una
vida de profunda cercanía con Jesús en la Misa dominical; una vida apostólica
de avanzada, donde se esmeraba en procurar acercar a sus familiares y amistades
hacia una vida cristiana más coherente; una acrecentada devoción a la Santísima
Virgen María con la oración diaria del Santo Rosario, todo lo cual iba de la
mano con una actitud de saberse muy
acorde con un espíritu de aventura, de realización con su familia, de sintonía
con sus amistades, de gran espíritu deportista, practicando equitación,
natación en el mar y hasta tenis, cosa que para las jóvenes su tiempo parecían
como lejanas y hasta, en ocasiones impropias.
Su vida cristiana fue
un verdadero camino de perfección, donde el valor divino de lo humano le hizo transitar
normalmente en su vida, sin pausas ni
prisas indebidas, evitando ceder a la tentación del progresismo que consiste en
idolatrar un avance permanente olvidando sus raíces, su origen y la experiencia
pasada, cediendo a la tentación de pensar tan erróneamente que todo lo nuevo es
bueno como lo pasado fue mejor.
Esto, produce un
quiebre generacional que tiene como consecuencia que los miembros de la familia
que son mayores y ancianos no parecen tener lugar en el horizonte existencial
de las nuevas generaciones. Santa Teresa de los Andes supo seguir el camino de
la integración, de la complementación por lo que se sentía tan cercana a sus
padres y a su familia como a sus amistades. Es signo de madurez saber
compatibilizar el cariño y el tiempo
dedicado a los padres como a las amistades; el saber vincular el tiempo del
estudio con el del sano y necesario esparcimiento.
Esto último, como saben, incide fuertemente en la vida al interior del
hogar, como a la vez puede ser síntoma de
sus fortalezas y debilidades. El Papa Francisco nos invita a ser peregrinos del
diálogo al interior del hogar, especialmente a la hora de la comida, donde como
familia nos podemos reunir: “Cuando los
hijos en la mesa están pegados a la computadora, al celular, y no se escuchan
entre ellos, esto no es familia, son jubilados” (12
de Noviembre del 2015).
Por ello, debemos dejar
de lado todo lo que imposibilite la conversación familiar, aunque inicialmente ello,
nos cueste algún sacrificio, el bien obtenido de estar en familia vale la pena
hacer cualquier esfuerzo.
Así lo entendió Santa Teresa
de Los Andes, quien supo compatibilizar su vida cristiana con su vida familiar,
procurando ser camino creíble para sus amistades. En efecto, ella misma escribe
que “he adquirido fama con mis
tentaciones de risa. No hacemos otra cosa que bromear. En la mesa, era tanto lo
que bromeábamos y nos reíamos, que a veces no podía comer. Y lo más trágico era
que el padre que rezaba después de la comida, en la mitad del rezo no podía
continuarlo de la risa, pues lo contagiábamos” (Carta
Nº 43, Cunaco 20 de Noviembre de 1918).
Jesús es el único
camino por el que podemos avanzar. Con esta expresión nos invita a seguirle
para alcanzar la salvación. Jesús es el
puente que ha conectado definitivamente un extremo al otro: a Dios y el hombre
de todos los tiempos, por medio de su gracia entregada en la Eucaristía, en
ella, no sólo somos partícipes de una “bendición”
sino el autor de toda gracia. Entonces, en este camino de retorno a la Casa de
Dios Padre no estamos solos ni vamos a la deriva: Tenemos la certeza: ¡Cristo
camina junto a nosotros siempre!
b).
Jesús es la verdad: Una de las características más notables
que posee toda persona es la necesidad de darse a conocer, de comunicarse y de relacionarse con otras personas. !No
somos islas! Nos damos cuenta día a día, que la palabra es un don inmenso que poseemos y necesitamos. Por otra
parte, es evidente que la palabra mal usada puede incluir una amenaza, una mentira,
y una ofensa.
Por medio de una
palabra el corazón puede alegrarse y confiar, una palabra tiene la capacidad de
levantar al que está en el suelo, de despertar al que se ha dormido, de hacer reír
a quien está triste. Por esto, la Santa Biblia nos enseña la unión que hay
entre la palabra y la verdad, toda vez que, al inicio del Santo Evangelio de San Juan
leemos que “la Palabra vino a los suyos” (San
Juan I, 11) refiriéndose a
Jesucristo que fue, es y será la Palabra definitiva de Dios Padre. ¡En Jesús
Dios habló de una vez para siempre al mundo!
A esta edad deben ya
aprender el valor que tiene decir la verdad siempre, evitando la mentira que
afea nuestro corazón, haciéndolo vacilante y poco creíble cuando prometemos y
no cumplimos, o cuando elevamos juicios
temerarios sin tener la certeza de lo que afirmamos. Por ello, quien recibe a
Jesús en su corazón por primera vez, debe esforzarse por evitar toda expresión
impropia y palabra soez que resulte tan impura como ofensiva.
La Palabra de Dios
enseña que: “La mentira es una tacha
infame en el hombre” (Eclesiástico XX, 26).
Dice un antiguo refrán que “la mentira
tiene pies cortos”, lo cual
significa que se le descubre con rapidez. Además, quien dice la verdad vive en
paz; la verdad libera, la mentira
esclaviza puesto que cuando uno miente,
se avanza por el estresante sendero de ocultar lo debido, lo que es
opuesto a mostrar con orgullo la verdad de lo que es. Cada creyente debe ser un
servidor del esplendor de la verdad.
c).
Jesús es la Vida: La
realidad de lo que celebramos en cada Santa Misa dice relación con la muerte y
la vida, pues, Jesucristo ofreció al Padre Eterno su propia vida por el camino
de la Pasión y Muerte en la Cruz, de la cual salió victorioso al tercer día
resucitado. Ello no sólo fue causa de alegría, sino también del crecimiento de
la fe de sus discípulos quienes, como sabemos,
inicialmente se dejaron llevar por la melancolía y desesperanza durante
los días que estuvo sepultado, mas, al tercer día, sus vidas se transformaron
completamente al contemplar a Jesús
nuevamente vivo en medio de ellos.
Así, en Jesús
Resucitado se hace posible una “vida
nueva” (Romanos VI, 4), que difiere totalmente
de la que uno ha tenido antes de conocer
y de estar con Jesucristo. El encuentro “cara a cara” que tenemos el día de nuestra Primera Comunión es
inolvidable porque se inicia una etapa totalmente nueva en nuestro corazón
porque a él viene Jesús. ¡Viene para quedarse junto a nosotros! ¡Viene para
iluminarnos! ¡Viene para fortalecernos!
Más de alguna vez,
cuando hemos dejado de comer durante mucho tiempo experimentamos la debilidad
de nuestro cuerpo, y en ocasiones, hasta se oscurece la vista al momento de
desmayarse de hambre. Algo semejante acontece con nuestra alma cuando no se
alimenta de Jesucristo el “Pan de vida”.
Por ello, es necesario seguir lo que nuestra Iglesia nos manda respecto a comulgar frecuentemente: participando
de manera “consiente, activa, puntual, y
piadosa” en la Santa Misa en el Día del Señor y en las fiestas de guardar,
limpiando con regularidad nuestro corazón con el sacramento de la confesión, y con el debido ayuno eucarístico que implica no comer nada una hora antes de
comulgar, lo que disciplina el corazón. Un antiguo Obispo de la Iglesia se
preguntaba sobre los efectos del ayuno, y respondía: “expulsa a los demonios, libra de los malos pensamientos, alegra la
mente y purifica el corazón” (San Atanasio).
Cercanos al inicio del
Año de la Misericordia nuestra mirada se detiene en el llamado que nos hace el
Romano Pontífice en orden a vivir intensamente las obras de misericordia espirituales y corporales en la Iglesia y en el
mudo, teniendo presente que no podemos
ser plenamente misericordiosos si acaso no participamos frecuentemente de la
Sagrada Comunión, la cual, lejos de ser
un premio a quien lo recibe, implica más
bien, un mayor compromiso en vistas a dar a conocer a Jesucristo como la
Verdad, el Camino y la Vida.
Jesús viene por primera
vez a cada uno de ustedes, pero –también- a través de vuestra fe quiere llegar
a quienes están llamados a conocerle, a cuantos están invitados a retornar a la
plena comunión, a quienes llama a una vida nueva donde el distintivo de la
sociedad sea el amor a Dios sobre todas las cosas, y el amor al prójimo tal
como Nuestro Señor nos ha amado.
Que nuestra Madre
Santísima les obtenga la gracia necesaria para ser fieles a Jesús todos los días
de vuestra vida ¡Viva Cristo Rey!
Misa Padre Jaime Herrera Jaime Herrera Sacerdote Valparaíso Diócesis de Valparaíso Chile
PADRE JAIME HERRERA SACERDOTE JAIME HERRERA PARROQUIA PUERTO CLARO
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