lunes, 25 de agosto de 2014

Nos preparamos para la confesión. Retiro Espiritual Agosto p.2


 RETIRO ESPIRITUAL   /   MES DE AGOSTO    /    PARTE  SEGUNDA.

El problema de nuestro pasado solo se resuelve con la Confesión sacramental. La Confesión es un sacramento necesario a los pecadores, muy conveniente a todos, muy divino y muy humano.

Su principal provecho es quitar los pecados mortales y veniales cometidos después del Bautismo.

El pecado mortal es el mayor mal que hay ni puede haber, porque es: ofenda de Dios, nos hace enemigos de Dios, nos priva de la gracia santificante, nos hace perder la gloria, nos condena al infierno, nos causa remordimiento, y a veces, sobre todo repetido, nos trae muchos males en esta vida.

El pecado venial aunque es mucho menor mal que el mortal, es peor que cualquier mal de esta vida, porque si bien no nos condena al infierno: nos enfría en el amor de Dios, nos dispone al pecado mortal, y nos condena al purgatorio y a otras penas.

El pecado mortal es muerte del alma. Para que haya pecado mortal se requiere de tres condiciones, si acaso falta una de ellas no hay pecado mortal.

·         Que la materia sea grave: Que para uno haya sido algo grave al cometer el pecado.

·         Conocimiento y advertencia plena: Darse cuenta real de lo malo que se hace.

·         Que haya plena libertad: Sin querer nunca se peca. Sin libertad no hay pecado. Todo aquello que se hace sin querer, por violencia, por fuerza, sin pleno consentimiento ni conocimiento, adormecido (por sueño o drogas), por un arrebato imprevisto e inevitable, no es pecado mortal.
El pecado venial es enfermedad del alma.
El pecado mortal se quita con la confesión sacramental. También, en circunstancias extremas, se quita por un acto de perfecta contrición, pero con propósito de confesarse.
El pecado venial se quita principalmente con la confesión, también con la comunión, los actos de arrepentimiento y otras obras buenas ayudan a borrarlo del alma.
En el sacerdote confesor Jesús nos ha dado: Un educador constante que nos guía por el buen; un padre bondadoso que anima y corrige; un médico que cura nuestros vicios y defectos; un amigo cercano, fiel, reservado y compasivo; un juez que nos absuelve…”mejor sea hombre que no ángel, porque así entendería mejor lo que es mi corazón por el suyo”.   

El que se confiesa frecuentemente, difícilmente se hará malo, y si acaso lo es, se hará bueno. 

Quienes son malos y quieren serlo no se confiesan: Siempre se resisten a ella porque no desean de versad modificar su conducta, sus vicios arraigados, y su vida misma.

¿Qué necesito para confesarme bien?

a). Hacer un examen de conciencia: “revolver” hasta el fondo el pozo de nuestra alma. Debe hacerse con serenidad, no con apuro.

b). Arrepentirme sinceramente del pecado cometido.

c). Proponerme cambiar de vida con “determinada determinación” (S. Teresa de Ávila).

d). Manifestar los pecados cometidos: de palabra o gestos  (enfermos). No hay obligación de confesar más que los pecados mortales. Los veniales hay libertad de confesarlos.

e). Cumplir la penitencia que nos impone el sacerdote, que es juez y médico a la vez. 

Los pensamientos, por malos que nos parezcan; las pasiones, por fuertes que sean; las tentaciones, por más violencia que nos hagan, nunca son pecados mientras no las admitamos ni aprobemos.  

Se puede pecar de: pensamiento, deseo, palabra, obra y omisión. 

Pecar es querer lo que presenta el pensamiento pecaminoso, consintiendo con la voluntad aquello malo a que invita la tentación. 

Peca quien desea “algo malo” –prohibido por Dios y su Iglesia- , aunque no termine consumando el deseo en obras exteriores. Esto lo dijo Nuestro Señor claramente.

Si acaso después de hecha una acción y no antes, nos hemos dado cuenta  que algo era pecado, no hemos cometido pecado, ni estamos obligado a confesarlo.

Algo que ordinariamente solo es pecado venial puede llegar a ser pecado mortal si acaso:

·         Existe una intención perversa o una razón de malicia.

·         Si se ha cometido queriendo despreciar a Dios y sus preceptos, incluidos los de su Iglesia.

·         Por acumulación a lo largo del tiempo (palabras indebidas, hurtos pequeños).

·         Creyendo que lo que se hace si es pecado mortal. Se comete pensando que puede ser grave.

 

 

 

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